La Vida Más Allá de la Sepultura 

cación. Consecuentemente, en cada experiencia vivida, avalada 

y descrita por su propio agente espiritual, existen situaciones, 

enseñanzas y soluciones desconocidas, que bien podrían servir 

de orientación y activación para el término del curso de nuestra 

ascensión espiritual.

Considerando que después de la liberación del cuerpo car-

nal el alma está obligada a ir al encuentro de sí misma y vivir el 

contenido de su propia conciencia inmortal, dependiendo de su 

modo de vida, inmaculada o corrupta en la Tierra, con sus goces 

inefables o los padecimientos infernales, creemos que los relatos 

mediúmnicos hechos por el hermano Atanagildo se volverán be-

neficiosos para muchos lectores, que así podrán conocer mejor 

el fenómeno de la muerte carnal y algunos de los hechos ocur-

ridos en el mundo astral, a través de la experiencia personal 

citada por más de un espíritu amigo.

El espíritu verdaderamente sabio no se aparta del entrena-

miento de la alta espiritualidad, porque de ese modo consigue 

liberarse más rápidamente de las cadenas pesadas de la vida 

física y aproximarse a las condiciones sublimes que ya son ca-

racterísticas de las humanidades felices de planos espirituales 

superiores. No cambia la ventura prevista en el campo de la 

inspiración superior por los encantos decepcionantes de los fe-

nómenos digestivos y sexuales del mundo de las formas, al igual 

que el buen alumno, estudioso de la espiritualidad, prefiere huir 

de las distracciones transitorias que lo rodean, para conseguir la 

promoción definitiva en las escuelas más excelsas.

Mientras tanto, no aludimos a la fuga deliberada del mun-

do material, como acostumbra hacer el espíritu inmaduro, ais-

lándose egocéntricamente para poder alcanzar cuanto antes las 

regiones celestiales. Nos referimos a la habitual negligencia de 

las almas que, al descender a la Tierra, se dejan subyugar pla-

centeramente por las pasiones animales y terminan dominadas 

por las fuerzas de la vida inferior. Entonces pasan a golpearse 

en la carne, como esclavos subyugados a la Ley del Karma, sin 

realización alguna que los impulse más allá del límite trazado 

por el determinismo de la “causa y el efecto”. No realizan es-

fuerzos para avanzar sin el aguijón punzante del dolor, y no se 

proveen de cursos apropiados para acrecentar el círculo de la 

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