La Vida Más Allá de la Sepultura
tener serias preocupaciones por aquel que llega... Las lágrimas
humanas sólo debieran derramarse por el muerto a causa de la
conducta indisciplinada que hubiese vivido, pues la muerte, en
su forma material, es cosa bastante secundaria en la eternidad
de la vida del espíritu.
Pregunta: No contradecimos vuestras consideraciones,
pero encontramos que es muy difícil dominar el dolor en esa
hora crucial, cuando nos separamos definitivamente de aquel
que hiciera parte de nuestros momentos más felices y angustio-
sos en el mundo físico.
Atanagildo: Ese vocablo “definitivamente” os dice muy bien
el alto grado de distancia en que os encontráis de la realidad espi-
ritual, con respecto a la muerte del cuerpo físico. No hay separa-
ción absoluta; lo que realmente existe es que el espíritu devuelve
a la tierra su vestimenta carnal, usada e inservible, que le fuera
prestada para el rápido aprendizaje a través de algunos lustros
terrenos. Los clamores, por intensos que sean por parte de sus
familiares desesperados, son inútiles para retener al espíritu de-
sencarnante a través de ese violento recurso aflictivo. Por lo que
pude observar durante mi propia desencarnación, los gritos, las
angustias y los sufrimientos atroces de mis parientes, inclinados
sobre mi cuerpo inerte, no lograron salvarme de la muerte, ni
consiguieron aliviarme de la aflicción de la agonía. En verdad,
sólo sirvió para agravar mis aflicciones desencarnatorias.
Al retornar al Más Allá, comprobé que ese drama deses-
perante, descontrolado, delante del agonizante, sólo consigue
dificultarle la liberación carnal y a su vez lo oprime y anima-
liza con la captación mórbida de las escenas dramáticas que
se desarrollan a su alrededor. He observado que algunos mo-
ribundos se mantienen en un estado de angustia inenarrable,
pues cuando se encontraban en camino de liberación definitiva,
satisfechos con el alivio de atroces sufrimientos físicos, sus fami-
liares los encadenaban nuevamente por los invisibles filamentos
magnéticos de imantación, producidos por clamores y súplicas
arrebatadas.
Entonces, al estar presos en las mallas esclavizantes de la
poderosa red magnética, se ven obligados a presenciar los la-
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