La Vida Más Allá de la Sepultura
tan querido? ¿Hay algún perjuicio espiritual en esa imantación
de la familia hacia su ser querido en el momento de las convul-
siones agónicas?
Atanagildo: Todo depende de como encaremos esas cosas
de la vida común, o sea, desde el punto de vista que sean mi-
radas. Es conveniente reflexionar que si para los encarnados
la muerte de su familia significa una tragedia insuperable y a
su vez un drama doloroso, el mismo acontecimiento para sus
parientes ya desencarnados y desembarazados de la angustia
material se transforma en un hecho jubiloso, pues en realidad
se trata de retorno de un ser querido a su verdadero hogar en el
Más Allá. Entonces se invierten los papeles, pues el angustiado
en el mundo físico pasa a ser motivo de alegrías en el mundo
astral. Mientras los Moradores de vuestro orbe ignoran la ver-
dadera finalidad que encierra la vida humana y la inmortalidad
del espíritu, aún han de llorar innumerables veces, tal como lo
han hecho en otras existencias.
Cuántas veces lloraron por vuestra causa en otras encarna-
ciones, cuando vuestro espíritu tuvo que abandonar su cuerpo
físico. Fuisteis llorados bajo los cuerpos egipcios, hebreos, grie-
gos, hindúes o europeos; en otras ocasiones, obedeciendo a de-
terminados rituales fúnebres, usados por ciertas razas exóticas,
al colocar alimentos y objetos en vuestros cajones mortuorios
osobre las lozas de la tumba de vuestro cadáver; otras veces,
apenas si colocaron algunas florecillas para adornar las cru-
ces solitarias de vuestra sepultura. En vidas más ricas, vuestro
cadáver transitó por las calles en un lujoso cajón forrado con
sedas riquísimas y adornado con franjas doradas, sumergido en
el fausto de las flores exóticas, hospedándose definitivamente
en un mausoleo suntuoso; en otras ocasiones, algunas almas
amigas tuvieron que cargar vuestro cuerpo inerte, semidesnudo,
cubierto con repulsivos trapos que mal lograban cubrir vuestras
carnes frías. En otras existencias, la tierra fría os dio la sepultu-
ra amiga, y también hubo veces en que los animales hambrien-
tos y feroces o los urubúes se encargaron de devoraros el cuerpo
tumbado en el suelo, en medio de la selva virgen.
Cuántos milenios hace que en el círculo de vuestra fami-
lia espiritual, compuesta hasta de vuestros adversarios de otras
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