LAS RELACIONES ENTRE LOS VIVOS Y LOS MUERTOS
Pregunta: ¿Qué opinión tenéis sobre nuestra manera de en-
carar la muerte del cuerpo físico, y del intercambio que mante-
nemos con los desencarnados?
Atanagildo: En la Tierra aún son muy comunes los juicios
extremistas con respecto al “fallecimiento” de la criatura huma-
na, como hay una gran confusión sobre vuestro parecer en lo
referente a la situación que se crean los desencarnados en la
llamada travesía más allá de la tumba. Según enseñan los teólo-
gos sentenciosos del Catolicismo Romano, el alma desencarna-
da debe tener un excelente sitio en el paraíso o de lo contrario
ingresará en el purgatorio, para transformarse en un apetitoso
asado, en el brasero satánico del Infierno. El protestantismo es
aún más severo, al afirmar que no hay purgatorio, pues el alma
ose va directamente al cielo o de lo contrario al infierno, en
donde permanecerá por toda la eternidad. No faltan también,
las corrientes espiritualistas demasiado complejas que extin-
guen nuestros aspectos humanos y desorientan a los estudiosos,
cuando presentan al “plano astral” como un escenario poblado
de autómatas, que viven entre sombras e imágenes raras.
Mientras tanto, aunque sean verídicas las situaciones ater-
radoras que muchos espíritus han de sufrir en las tinieblas de
los abismos dantescos, aunque no eternamente; aquí, en el Más
Allá, vivimos de un modo racional y rápidamente asimilable
por los desencarnados. Pero, también es cierto, que sólo usu-
fructuamos el resultado exacto de nuestras acciones alcanza-
das en la intimidad de nuestra alma; gozamos de las alegrías y
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