La Vida Más Allá de la Sepultura
das por la última patria en que reencarnaron. Mas la fuerza del
espíritu inmortal trabaja en su interior, pues de tanto cambiar
de trajes carnales, vistiendo el ropaje del judío, del hindú, del
polaco, del egipcio, alemán, peruano o brasileño, esas almas ter-
minan incorporando a sí mismas un poco de cada raza y forman
una simpática mezcla de fraternidad, que va en camino de vol-
verse “ciudadano del mundo”. Y, como tendrán que someterse
también a las reglas de las comunidades astrales en que estacio-
nan entre cada encarnación terrena, se va debilitando sus tradi-
ciones nacionalistas y el orgullo de raza del mundo terráqueo.
Si así no fuera, resultaría que los desencarnados prosegui-
rían aquí con sus conflictos emotivos de raza y patria, y segu-
ramente, tendríamos que enfrentar también, los problemas de
guerras, luchas y revoluciones fraticidas, con otras agrupacio-
nes de nuestra morada espiritual...
Pregunta: ¿Podríais darnos un ejemplo para poder com-
prender mejor a ese espíritu de nacionalidad que cultivamos en
la Tierra, con el cual somos diferentes en el Más Allá?
Atanagildo: Podréis tener una idea de lo que sucede en las
colectividades astrales, en donde se unen espíritus provenientes
de varias naciones para ejercer un trabajo en común; si recor-
dáis lo que sucede en la Tierra, cuando diversos individuos se
congregan para conseguir un mismo objetivo, sin perturbarse
por diferencias sociales, jerárquicas o profesionales.
Les basta hermanarse en un principio, una doctrina u objeti-
vo filantrópico, para lograr la deseada confraternidad entre todos.
Si queréis un ejemplo, recordaos lo que sucede en el Espiritismo.
¿No se agrupan médicos, trabajadores manuales, profesores, pe-
luqueros, generales, mujeres, jóvenes, viejos, ricos, pobres, sabios
y analfabetos para prestar un mismo servicio desinteresado, para
el beneficio de la colectividad? Es evidente que existe entre ellos
un eslabón indestructible, que los une fraternalmente, así como el
cemento une a las piedras. En el ejemplo dado, la dedicación de
todos hacia la doctrina espirita se transforma en un denominador
común, que derrumba los paredones del personalismo humano y
aparta los intereses personales, para que surja un solo conjunto
humano, unido por el mismo ideal.
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