La Vida Más Allá de la Sepultura
Pregunta: ¿Queréis decir entonces, que la morada en las co-
munidades superiores, situadas más allá de la nación astral del
“Brasil” también exige un padrón de sentimientos que traspasa
las fronteras afectivas del sentimiento patrio; no es verdad?
Atanagildo: Evidentemente, los espíritus que residen en las
comunidades astrales sudamericanas, europeas, norteamerica-
nas, asiáticas y africanas son entidades cuyo afecto y entendi-
miento se prolonga más allá de las fronteras convencionales de la
patria, para alcanzar el contenido afectivo de un continente. Sim-
patizan con todos los pueblos y razas y su capacidad de amor es
tan profundo, que no tienen noción sobre la nacionalidad. Cuan-
do estos seres encarnan en la Tierra o en otros mundos físicos, el
sentido de patria sólo les parece un accidente sin importancia,
porque siempre ejercieron su actividad en obras de naturaleza y
objetivos universalistas. En su afecto, abrazan a toda la colectivi-
dad humana del globo terráqueo y además se han liberado de los
credos, doctrinas o filosofías, y están fuertemente inspirados por
el amor a Jesús, que es el Gobernador Espiritual del orbe y que
está situado en la más elevada esfera astral.
Pregunta: ¿Por qué motivo no reconocemos en la Tierra,
esa unidad espiritual o unificación universal de todos los seres,
que nos ayudarían mucho a eliminar nuestras comunes nocio-
nes separativistas de patria y de razas humanas?
Atanagildo: Esa unidad espiritual es tan notable en su ac-
ción de armonizar a las criaturas, que en la Tierra se hace sen-
tir, a pesar de la separatividad causada por principios políticos,
religiosos, sociales o filosóficos. Notad, que delante del peligro
de una posible guerra o de una catástrofe que amenaza a la co-
lectividad, virtualmente separada por esas tontas preferencias
y principios antagónicos, se unen amigos y adversarios, se sus-
penden las hostilidades particulares, a fin de conseguir la fuerza
general y protectora del ambiente. Suponiendo que la Tierra
estuviera amenaza por una invasión de fuerzas belicosas de otro
planeta, ¿qué sucedería? Sin lugar a dudas, que negros, blancos,
rojos y amarillos, católicos, espiritas, protestantes y musulma-
nes, hombres de cualquier latitud geográfica y de obstinada po-
lítica religiosa o doctrinaria, se unirían apresuradamente, con
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