Ramatís
que sólo los brasileños podrán habitar la alta comunidad espi-
ritual del “Brasil” no es así?
Atanagildo: La colonia astral o la comunidad responsable
por toda la vida física y espiritual en el Brasil, no se habitaba
exclusivamente por los “grandes brasileños”, si lo clasificáis así,
con el deseo de exaltar su alto prestigio público. Allí se encuen-
tran brasileños, que en servicios de renuncia personal, mucho
dieron de sí en favor de la Paz y del Bien colectivo de la patria.
No fueron prepotentes políticos, ni alimentaron diferencias re-
ligiosas, cuando fueron llamados a ocupar cargos en la admi-
nistración pública, ni se apoderaron de los bienes de la Nación,
para el goce y el lujo de sus familiares o amigos privilegiados.
Fueron honestos, pacíficos y cooperadores de todas las insti-
tuciones asistenciales, insuflando vida y ánimo a todo servicio
que beneficiase a la comunidad; olvidaron sus propios intereses
a favor de su país y muchos de ellos atravesaron la vida bajo el
más severo anonimato.
A esos les cabe el derecho de supervisar y hasta corregir a
ciertos brasileños astutos e interesados, tales como los políticos
venales, que llenan sus arcas con el patrimonio ajeno y ciertos
sacerdotes furibundos, que provocan dentro de sus templos o
a través de las publicaciones, procurando separar a los ciuda-
danos por medio del odio pregonado en nombre de Dios. Esos
grandes brasileños, a que me refiero, consideran a sus compa-
triotas encarnados como un todo electivo, por encima de sus
caprichos, intereses u opiniones personales. Pueden participar
de la gran comunidad astral que dirige a Brasil, porque ésta,
no diferencia individuos, clases o posiciones políticas, pues sólo
admite en su seno a los ciudadanos brasileños, que al partir de
la Tierra, ya conducían en su alma la insignia del “ciudadano
del mundo”.
Les interesa amparar a los hombres, liberados de las doc-
trinas filosóficas separativistas, sin intereses de proselitismos
religiosos y alejados de la astucia política, inmunes a la cor-
rupción administrativa y que, en lugar de las nociones rígidas
de la patria o la raza, posean en sus corazones, las cualidades
fraternas del ciudadano que reconoce a su país, como si fuera
un trozo del propio Universo.
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