La Vida Más Allá de la Sepultura 

tros, que así los ateos debieran convencerse de su inmortalidad, 

después de muertos, esas otras almas, rutinarias y tradicionalis-

tas también han de tener que ajustarse a la espontaneidad de la 

confraternización universal, eliminando el espíritu racial. ¿Qué 

nos decís al respecto?

Atanagildo: Es necesario tener presente, las condiciones 

mentales de los espíritus desencarnados, así como tenéis en 

cuenta, en la pedagogía infantil, las creaciones imaginativas que 

abundan en el cerebro de los niños. No se puede exigir a la niña, 

que finge ser madre, cuando envuelve a las muñecas, la misma 

responsabilidad en la concepción de los hijos, que compete a 

la mujer adulta. Sería absurdo, que exigieseis al niño que se 

distrae con sus “juegos” de armar casas con pedacitos de made-

ra, la misma responsabilidad que se atribuye al ingeniero en la 

construcción de un “rascacielos”.

Así como en vuestro orbe material y en la misma área geo-

gráfica tenéis un ejemplo, de cómo difieren los estados del alma 

de los individuos, pues, mientras Einstein aleccionaba sobre la 

ley de la relatividad, Toscanini dirigía una magnífica orquesta 

sinfónica y el culto orador magnetizaba al público con la ge-

nialidad de su palabra y a pocos metros de distancia algunos 

espíritus se debatían en el ambiente enfermizo de los cuartos 

infectados de los hospicios. Sin duda, que poco se adelantaría 

colocando a los locos, en el ambiente festivo de un hotel de lujo 

ollevarlos a que gocen de la poesía del paisaje campestre, pues

ellos seguirán siendo infelices en su intimidad enferma y pertur-

bada por el vacío de la razón.

Mientras algunas criaturas se aficionan al dinamismo de 

la vida moderna y derrumban paredes encastilladas, asean an-

tiguos salones, modifican el estilo petrificado de las residencias 

faraónicas, edifican ambientes modernos, llenos de luz y de aire, 

otros seres prefieren crear la atmósfera opresiva en los castillos 

medioevales en donde la polilla y los parásitos sobreviven pro-

tegidos por los muebles seculares y por lo gruesos tapetes de 

adorno.

Esos espíritus no precisarán desencarnar para comprobar 

que hay gran cantidad de criaturas, adversas a tales costumbres 

tradicionales; su simpatía por las cosas que desean que les sean 

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