Ramatís

llame hacia la realidad espiritual.

Por eso mismo, después que ingresan en las colectivida-

des astrales, distantes de esos convencionalismos ridículos y 

aristocráticos de la Tierra, no logran equilibrarse en las esferas 

avanzadas, porque les falta la espontaneidad de los cariños, la 

felicidad de conquistar relaciones amigas, que en el Más Allá no 

se consiguen a través de ceremoniales fatigosas o a cambio de 

fingidas etiquetas sociales.

Pregunta: ¿Podría darse el caso, en que esas almas se escla-

vicen a las convenciones sociales y al protocolo agotador, por-

que en realidad, provienen de alguna estirpe espiritual?

Atanagildo: Cuántas veces las realidades de la vida huma-

na, se encargan de desmentir, la pretensión de ser un descen-

diente aristocrático espiritual de mucha jerarquía y no pasa 

de ser un detalle de un ambiente delicado. Cuántas veces las 

revoluciones populares, las caídas de los regímenes políticos, 

el fracaso financiero o el desastre económico, arrojan a ciertas 

criaturas demasiado apegadas a la vida fácil hacia las encrucija-

das que les depara la vida de la pobreza, y en donde individuos 

de “alta estirpe” terminan lavando lozas, vendiendo diversos ar-

tículos, o dedicándose al corretaje en profesiones modestísimas. 

Cuántas transformaciones violentas revolucionan a los países 

carcomidos por el vampiro de la aristocracia ociosa. Es enton-

ces, cuando los condes, duques, barones y las princesas se ven 

obligados a trabajar en el banco del modesto operario, en los 

lugares húmedos de las excavaciones, dirigiendo vehículos de 

transportes, o como costureras pobres, como sucedió con el fas-

tuoso imperio ruso.

Pregunta: ¿Cuál es la medicina más apropiada a aplicarse 

a esos espíritus conservadores y tradicionalistas, para que se 

modifiquen en su medieval ambiente del astral?

Atanagildo: Es la Bondad del Creador el que instituye esa 

transformación de clases, fortunas y poderes, de la que os ha-

blé, cuando las almas endurecidas, esclavas a las tradiciones 

y sin adelanto espiritual, son arrojadas de pedestales de bar-

ro y expulsadas de su aristocracia vanidosa. Gracias al nuevo 

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