La Vida Más Allá de la Sepultura 

gís las mismas restricciones psicológicas, por el solo hecho, de 

que ambos posean las mismas virtudes. Si pudieseis examinar 

todos los tipo de espíritus que se mueven a través de la inmensa 

“escala de Jacob” en la evolución sideral, encontraríais almas, 

que siendo dignas de habitar en un cielo, aún están presas fa-

náticamente en las tradiciones de los mundos materiales. Y, en 

correspondencia a la Bondad de Dios, los mentores espirituales 

atienden a esas almas en sus preferencias anticuadas, pero ino-

fensivas, hasta que se sientan fortalecidas y se encuadren en el 

ritmo evolutivo, liberándose de las realizaciones decrépitas.

Esas almas sólo durarían muy poco tiempo en las zonas 

de avanzada dinámica espiritual, pues en breve plazo se ago-

tarían, por la imposibilidad de armonizarse con las creaciones 

de mayor progreso de sus compañeros más evolucionados. El 

fenómeno os será más comprensible, si imagináis al campesino 

tranquilo, que fuera sacado de su aldea y colocado súbitamente 

en el torbellino de una ruidosa metrópoli, para cuya vida y re-

lación aún no estuviera preparado. Al poco tiempo se sentiría 

extraño al medio y profundamente agotado.

Como la sustancia etéreo-astral es fácilmente amoldable a 

la acción de los pensamientos de los espíritus desencarnados, 

esas colonias antiguas también concretan el producto del pen-

samiento anticuado de sus habitantes. Ellos renuevan continua-

mente, entre sí, el paisaje exterior, pero ignoran que la rigidez 

y la conservación de sus construcciones deben ser combatidas 

y sustituidas por nuevos padrones progresistas y más livianos 

astralmente.

Pregunta: ¿Los mentores siderales no podrían enseñarles 

a modificar la mentalidad, para que pudieran ajustarse a las 

comunidades superiores?

Atanagildo: Esos espíritus se benefician con la formación 

arcaica de su morada astral, porque escuchan los gustos y ca-

prichos conservadores que hacen su verdadero mundo, alimen-

tado por la energía resultante de sus pensamientos. Como cria-

turas espirituales, aun ignoran y subestiman el glorioso poder 

de la mente, dejándose influenciar emotivamente, por la natu-

raleza de un paisaje que permanece “fuera de sí”. Aunque los 

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