Ramatís

salvajes desencarnados, que continúan su vida turbulenta en los 

campos etéricos de “caza”, que también existen más allá de la 

sepultura. Ya que existe una perfecta correspondencia vibrato-

ria entre sus cuerpos etéricos y las selvas también etéricas, no 

hay contradicción entre los actos de los salvajes y las leyes del 

medio ambiente, causa ésta, por la cual no se dan cuenta de la 

diferencia de esas leyes a que os referisteis.

Sucede, que las reacciones son mucho más vivas y positivas 

de “este lado”, porque se registran en un plano vibratorio más 

propicio y receptivo para la sensibilidad agudizada del espíritu 

libre del cuerpo carnal. Además, esos salvajes desencarnados 

actúan a través de un cuerpo más liviano, como es el periespí-

ritu y su inmadurez espiritual aún no les permite efectuar ra-

ciocinios y comparaciones que les puedan hacer comprender el 

fenómeno de su muerte en el plano físico.

Para ellos, la vida continúa de la misma forma que en la 

materia, porque tanto en la Tierra como en el astral, eran y con-

tinúan siendo orientados por la “mente instintiva”, principal 

responsable de sus conciencias infantiles. Lo que ellos piensan 

es que fueron transferidos hacia otras chozas o tribus, sin poder 

razonar inteligentemente respecto de las mutaciones de la vida 

espiritual. Es verdad también, que algunas veces se sienten sor-

prendidos y otras veces, hasta melancólicos, cuando intentan 

intervenir en la vida de sus descendientes aún encarnados, sin 

llegar a comprender los motivos, porque no hacen caso de sus 

gesticulaciones y tradicionales ritos guerreros.

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