La Vida Más Allá de la Sepultura 

cir que es de suma importancia la existencia de esas colonias 

astrales, de variados aspectos y condiciones evolutivas, a fin de 

poder realizar con éxito las reencarnaciones de esos espíritus en 

la Tierra?

Atanagildo: En el Cosmos, por ley de correspondencia vibra-

toria, los salvajes también necesitan su previo ajuste energético 

en el seno de sus zonas astrales, a fin de encaminarlos con más 

facilidad para la reencarnación en las selvas terrenas. Esas agru-

paciones, colonias y metrópolis astrales, que están situadas en 

el interior del aura que circunda al globo terráqueo, sirven para 

controlar las reencarnaciones y desencarnaciones de los espíritus 

y también atiende a una gran cantidad de conciencias nuevas que 

ascienden continuamente hacia una razón más elevada.

Pregunta: ¿Por qué motivo esos salvajes no se dan cuenta 

de esa diferencia tan grande, que hay entre las leyes del mundo 

material y el astral, hasta el punto, que siguen creyendo que aún 

viven en la materia?

Atanagildo: Las leyes que regulan las relaciones el Cosmos 

son siempre las mismas, pero su aplicación varía conforme al 

plano de actividad espiritual. El hombre que tironee de su oreja 

de “carne” con su mano de “carne”, seguro que ha de sentir una 

reacción tan dolorosa como la fuerza que emplea en ese acto; 

el espíritu desencarnado, que tironee de su oreja “etérica”, con 

su mano “etérica”, ha de sentir la sensación dolorosa de modo 

más intenso y vivo. Eso es debido a la ley de correspondencia 

vibratoria, porque el acto etérico es más sensible por realizarse 

en un plano más sutil.

Esto es lógico y sensato. Lo contrario sería, que un espíritu 

encarnado resolviera tironear con su mano de “carne”, su oreja 

“etérica” o que pretenda mover su oreja de “carne con su mano 

“etérica”, pues entraría en conflicto con las leyes que regulan 

la “acción” y la “reacción” en cada plano vibratorio. No hay ilo-

gismo en el caso del rayo de luna que se refleja en un frasco 

de cristal; lo insensato sería pretender aprisionarlo en el citado 

frasco, pues sería contradecir la lógica de la ley, que regula la 

manifestación de cada fenómeno en su campo vibratorio sim-

pático. He ahí porque no hay que extrañarse en el caso de los 

165