La Vida Más Allá de la Sepultura 

Atanagildo: Los fluidos astrales son de una asombrosa 

plasticidad ya sea bajo la acción del pensamiento o debido a 

las emociones del espíritu. Esas regiones inferiores, en donde se 

crean nuevas poblaciones y que todavía son impropias para una 

vida más evolucionada, suelen estar llenas de edificaciones pe-

queñas, groseras y a veces repulsivas, porque fueron delineadas 

por mentes incultas de espíritus primitivos o por los salvajes 

que vivían en su mundo rudimentario, en sus ‘campos de caza”. 

De vez en cuando se nota en la atmósfera de esos lugares, el 

olor nauseabundo de la vida primitiva y por las prácticas im-

puras de sus antiguos habitantes, sus costumbres repugnantes y 

sus condicionamientos, resultantes de la topografía del mundo 

físico, dan lugar a que se formen ciertos panoramas que son 

desagradabilísimos para las almas de naturaleza más elevada.

Los espíritus nómades de los salvajes, quedan impregnados 

por sus estigmas inferiores y elementos nocivos, que imprimen 

en el astral un escenario perfectamente idéntico al de su tos-

ca vida terrena. Viven desencarnados en el Más Allá, ignoran-

do que se encuentran fuera de su cuerpo carnal, porque aún 

son incapaces de percibir que cambiaron de plano vibratorio. 

Al desencarnar se encuentran en un mundo salvaje, preparado 

adrede por la mente de sus compañeros que le precedieron en el 

viaje al Más Allá y confunden los panoramas del astral con los 

paisajes que dejaron en su vida terrena.

Como desconocen el calendario del hombre civilizado y son 

débiles de raciocinio, no tienen al noción del tiempo y no saben 

cuándo desencarnaron y como sucedió. Así prosiguen alegre-

mente en sus relaciones comunes, convencidas de que aún se 

encuentran actuando en medio de la selva del mundo material.

Por la ley de “los semejantes atraen a los semejantes”, los 

salvajes son atraídos hacia las zonas inhóspitas del astral, en 

donde se ajustan perfectamente y unen la rudeza de su peries-

píritu a la acción de las energías inferiores del medio. De ahí 

parte la tan divulgada leyenda, que los salvajes transmiten de 

generación en generación, que sus muertos pasan a vivir en los 

“campos de caza” y que sus sepulturas deben adornarse con 

armas y utensilios que han de precisar en la otra vida.

Muchas agrupaciones, colonias y ciudades de ayuda para 

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