Ramatís
contrariar algunas concepciones restringidas del lector. Mien-
tras tanto, es mucho mejor que Él nos relate aquello que pueda
ser negado por nosotros, que esperar las informaciones que nos
ayuden a descubrir el misterio del Más Allá de la tumba. Nos
cabe alabar el esfuerzo de los espíritus bienintencionados que
intentan por todos los medios y formas describirnos el panora-
ma astral que habitan, deseosos que regulemos la brújula hu-
mana hacia el norte de la seguridad espiritual.
Atanagildo recomienda, en ciertas respuestas, que acepte-
mos sus comunicaciones como una consecuencia de su experien-
cia personal, antes que darles forma de postulados doctrinarios
definitivos, considerando que otros espíritus superiores pueden
describirnos los mismos hechos bajo perspectivas diferentes y
más lógicas, tal vez de mayor comprensión para nuestra actual
psicología. Afirma que está desligado de toda preocupación doc-
trinaria y pide que lo interpreten como un simple informante de
acontecimientos vislumbrados en el Espacio, sin pretensión de
abrir debates sobre aquello que nos puede parecer inverosímil
oque podemos considerar fantasías de una fértil imaginación.
Cuando Atanagildo se refirió a la expedición que realizó
en son de aprendizaje en las regiones del astral inferior, se hizo
difícil admitir las descripciones de ciertos cuadros tenebrosos,
porque parecían contrariar toda lógica y sensatez, en el plano
aun verdadero de los desencarnados. Sin embargo, a través de
mi desprendimiento espiritual, que sucede durante las noches
de sueño favorable y de poca alimentación, me fui facultando
para presenciar ciertos hechos y escenas tan horribles, que me
daba la sensación de tener un cerebro excesivamente mórbido
intentando plagiar los relatos de Dante en su visita al Infierno.
A nosotros nos cuesta creer en esas descripciones tan es-
calofriantes porque aún estamos fuertemente adaptados a las
fantasías de los dogmas religiosos, que a través de los siglos
pasados, y aun en la actual existencia, ejercieron y ejercen una
presión esclavizante sobre nuestro raciocinio inmaduro. Casi
todos nosotros hemos vivido en contacto demorado con las
instituciones sacerdotales del pasado; confiábamos en un cielo
administrado por ángeles y un infierno exclusivamente dirigi-
do por los diablos. Sufrimos desencantos al verificar que en el
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