Ramatís

Pregunta: Nos agradaría saber cuál fue vuestro modo de 

vida en la Tierra, con la finalidad de inspirarnos en vuestro 

ejemplo de actividades, pues debido a él, alcanzasteis una posi-

ción espiritual bastante agradable en el Más Allá.

Atanagildo: No tengáis esa ilusión; no creo que mi modo 

de vida en la Tierra, pueda serviros como derrotero, pues el 

verdadero, es aquél que nos donó el insigne Maestro Jesús. A 

través de su vida tan sencilla y grandiosa en amor y bondad, 

nos ofreció la definitiva llave, que nos abrirá las puertas del 

cielo. Nuestro júbilo en el Más Allá depende exclusivamente de 

nuestro modo de pensar, sentir y actuar en el mundo material, 

pero bajo cualquier hipótesis, el éxito se consigue por la mayor 

omenor integración viva que tengáis con el Evangelio de Jesús.

Mi relativa ventura, en el espacio, dependió exactamente de la 

aplicación íntima que tenía y hacía de los postulados evangé-

licos, durante mi vida terráquea. Lo más aconsejable y sabio, 

no es seguir mis pasos, pero sí que procuréis resuelta e incon-

dicionalmente la fuente original en la cual me inspiré, que es 

el admirable Evangelio, el verdadero Código Moral de nuestra 

evolución espiritual, en la época que vivís.

Pregunta: Cuando fue realizado el funeral, ¿sentisteis al-

guna irradiación nociva que proviniese de la mente de vuestros 

compañeros?

Atanagildo: No tuve conocimiento de mi funeral; porque 

perdí la conciencia rápidamente después de mi desencarnación; 

cuando desperté, me encontraba en aquel agradable refugio as-

tral, que describí anteriormente. En el trabajo sidéreo desem-

peñado por los Mentores Espirituales, evitan los acontecimien-

tos que nos producen malas influencias o modificaciones en lo 

íntimo de nuestra alma. Mi presencia en espíritu al funeral de 

mi cuerpo, sólo hubiera sido provechosa si necesitaba evaluar 

la reacción psíquica de aquellos que me rodeaban en el mun-

do material o si necesitaba saber la posición mental que tenía 

para conmigo algún adversario dejado en la Tierra. Yo partía 

de la Tierra sin disgustos y sin tener diferencias vibratorias con 

ninguno, exceptuando la indiferencia que sentía hacia mí Anas-

tasio.

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