La Vida Más Allá de la Sepultura 

compromiso kármico?

Atanagildo: Conforme supe en el Espacio, mi desencar-

nación debería verificarse entre los 28 y 30 años de edad, así 

después, podría realizar el rápido estudio que en estos momen-

tos realizo, en el mundo astral, a fin de obtener mayores cono-

cimientos que tan necesarios son para controlar mi retorno a 

la Tierra, que probablemente sucederá entre 1965 y 1970. En 

base a las modificaciones que ya se efectúan en vuestro planeta, 

determinadas por el karma del propio orbe, el próximo milenio 

me ofrecerá un excelente camino para que pueda consolidar las 

últimas “rectificaciones mentales” a fin de que pueda retornar, 

más tarde, hacia el mundo de donde fui exiliado hace milenios, 

cuando hubo una selección espiritual, semejante a la que se ini-

cia ahora en la Tierra.

Enfrenté a la muerte física muchas veces y tendré que en-

frentarla dos o tres veces más, en futuras reencarnaciones. El 

modo en que se produjo mi deceso en mi última existencia, fue 

determinado por los ascendientes biológicos de la familia con-

sanguínea en la cual me reencarné y por eso adquirí aquella 

enfermedad de los riñones, que era el fruto de las tendencias 

hereditarias de la misma.

A través de un proceso desconocido por vosotros, procuré 

durante el período de mi enfermedad, drenar un resto de toxi-

nas de mi vestido periespiritual. El lecho de sufrimiento me hizo 

demorar el tiempo suficiente, para reflexionar sobre mi vida en 

agotamiento, auxiliándome en el reajuste de mis emociones, y 

a su vez, me favorecía el diapasón vibratorio para realizar un 

retorno más equilibrado hacia el hogar espiritual en el Más Allá.

Felizmente, no desencarné por accidente o un colapso car-

díaco, pues la muerte por desprendimiento fulminante y vio-

lento, siempre causa al periespíritu, sensaciones muy dolorosas 

para el alma desencarnada, a causa del cambio brusco hacia el 

plano astral. Solo las almas muy elevadas, que en la materia vi-

ven completamente afinadas con el plano astral superior, con ra-

ciocinios poderosos y voluntad bastante disciplinada, consiguen 

desencarnar rápidamente sin sufrimientos o atemorizamientos 

ante cambio tan brusco. Por eso, la forma en que desencarnó 

Jesús o Sócrates, resultaría para muchos un suceso penoso, lle-

147