Ramatís

el empleo de todas nuestras energías en un servicio heroico y 

sacrificial en favor de los espíritus de la Tierra. Aumentamos la 

responsabilidad del aprendizaje terreno y agravamos nuestras 

vidas carnales futuras, pero en compensación, podemos reducir 

el número de encarnaciones que aún nos falta para completar 

las últimas rectificaciones kármicas.

En vez de imitar al peregrino que viaja lentamente, dete-

niéndose por los caminos para admirar los hermosos paisa-

jes o a descansar bajo la sombra del árbol amigo, preferimos 

transformarnos en atletas, que en fatigante carrera, renuncian 

al encanto del paisaje, a fin de alcanzar lo más pronto posib-

le el punto de llegada y recibir el premio. Somos muchos en 

esa empresa heroica, decidida y llena de esperanza, procuran-

do alcanzar brevemente nuestra ventura espiritual y retornar al 

emotivo paisaje de nuestro mundo de origen; nos parecemos a 

los infinitos hilos de agua, que intentan converger en un deter-

minado cauce a fin de formar un caudaloso río que ha de ser de 

utilidad común.

Entre esos exiliados que sienten nostalgia de un orbe más 

evolucionado que la Tierra existe un eslabón íntimo, descono-

cido por los terrenos y que conforme nos advierte Ramatís, se 

hace notar su verdadera identidad extraterrena al sentir la ex-

traña melancolía espiritual, que le es común.

Pregunta: Pensamos, que el karma es de un determinismo 

absoluto, sin posibilidades de modificación en los efectos, des-

pués que se practica una mala acción; ¿no es así?

Atanagildo: Hay un solo determinismo, absoluto, creado 

por Dios, que es: ¡el fatalismo del animal humano de transfor-

marse en ángel!

La Ley del Karma, es la Ley del Progreso Espiritual, se 

puede ajustar y conciliar en ella las deliberaciones buenas de los 

espíritus, teniendo el derecho de crear destinos agradables en su 

vida terrena, porque el Padre es magnánimo y concede algunos 

bienes anticipados a sus hijos, siempre que éstos manifiesten 

fidelidad con sus deberes espirituales.

La voluntad de Dios, jamás se debe comparar a un mecanis-

mo inquisidor de rectificación espiritual; esa rectificación acae-

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