La Vida Más Allá de la Sepultura 

porque la existencia más severa de mi karma se resumía en 

la deuda que tenía con Anastasio. De ese modo, me ligué a un 

conjunto de espíritus acordes a mi índole afectiva, sin grandes 

débitos en el pasado, pero que poseían grandes dotes de inteli-

gencia o raciocinios de alto vuelo espiritual. Yo reencarné en un 

ambiente medio, de realizaciones comunes, que no guardaba la 

tónica para las almas angélicas; pero era gente incapaz de some-

terse a las maquinaciones diabólicas de los espíritus inferiores.

Mi madre fue en Francia mi ama de cría, cuando asumió 

la responsabilidad de auxiliarme en mi niñez, después que mi 

padre se casó por segunda vez con una criatura ociosa, que sólo 

era un objeto decorativo en nuestro hogar. Mi hermana Olivia 

era un espíritu que había encontrado en Grecia por dos veces 

consecutivas al cual estuve ligado en los períodos de instrucción 

espiritual en los planos del Más Allá. La amistad de los demás 

parientes variaba según su mayor o menor afinidad hacia mí y 

nunca me hostilizaron, salvo un primo errante que era conside-

rado la “oveja negra” de la familia, pues vivía del chantaje en la 

capital Paulista. Este primo debería ser un espíritu de excelente 

memoria etérica, pues le dedicaba afecto y él no escondía cierta 

prevención y una deliberada vigilancia hacia mi persona.

Tal vez su subconsciente lo hacía temer que yo le devolviera 

la puñalada que con ayuda de los otros, me había aplicado en 

París, en los fondos del Nótre Dame, en la última encarnación, 

cuando pasé ese duro trance.

De todos los compañeros de mi última encarnación, resta 

Cidalia, mi novia, que en realidad es el espíritu más afín de todo 

el grupo familiar, al que me aproximé últimamente en Brasil, 

pues fueron muchas las reencarnaciones que tuvimos juntos. 

Desgraciadamente, se dejó seducir, en el pasado, por las facili-

dades que le dio el poder y el prestigio de Felipe el Católico, en 

España, resultando tres existencias consecutivas de rectificacio-

nes espirituales, por haberse desviado de la ruta que seguíamos 

hacia el definitivo aprendizaje espiritual; de ahí, que nuestra 

ligazón en la carne tuviera carácter tan fraterno y mutua avidez 

por los estudios de la misma esfera mental, pues, reactivamos 

nuestros experimentos esotéricos de Egipto, Persia, India y la 

Edad Media.

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