La Vida Más Allá de la Sepultura
tituir familia consanguínea y normalmente egocéntrica, sin que
esta actitud represente un aislamiento condenable. Jesús se
mantuvo soltero y fue el más sublime amigo, hermano y guía de
toda la humanidad. Durante su desencarnación no sufrió por la
separación de la familia carnal, porque en su vida su corazón
estaba liberado de la parentela física. Manifestó muy bien ese
gran amor hacia todos, cuando formuló la sibilina indagación
a su madre de esta forma: “¿Quién es mi madre y quiénes son
mis hermanos?”
De este modo, os será fácil comprender por qué no pasé por
la desesperación y angustias perturbadoras en el momento de
la separación de la familia consanguínea, porque en la vida físi-
ca me había identificado con la confraternización sincera hacia
todos los seres que se cruzaban en mi camino, resultando que
mi afecto abarcaba a una familia bastante numerosa y parado-
jalmente desligada de la ilusión consanguínea.
Pregunta: ¿Por ventura no dejasteis a vuestros deudos ínti-
mos algunas cargas o problemas aflictivos, como ser morales o
económicos que podrían haceros sufrir en el astral?
Atanagildo: Mi madre continuó con cierta parte de los ne-
gocios de artefactos de madera dejado por mi padre, cuya fábri-
ca vendió después para poder costear nuestros estudios. Olivia,
mi hermana, obtuvo buenas notas en los estudios de piano y ter-
minó el ciclo completo, convirtiéndose en una eximia pianista y
competente profesora. Cuando yo terminé el curso de Ingeniero
Agrimensor y Topógrafo en una reconocida escuela politécnica
brasileña, pude garantizarme el sustento. Dejé a mi progenitura
en la Tierra viviendo con mi hermana Olivia, que se había ca-
sado con un renombrado médico paulista, en cuya casa quedó
desde que falleciera mi padre. Debido a las imposiciones de la
profesión que me obligaba a recorrer el interior del país, vivía
muy distanciado de mi familia y llegué a ausentarme de ellos
hasta algunos meses seguidos que, por lógica, contribuyeron a
atenuar el dolor en mi futura separación.
Pregunta: ¿Podríais exponernos las conclusiones filosófi-
cas que os ayudaron a tener serenidad en la hora amarga de la
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