La Vida Más Allá de la Sepultura 

si cultivamos las iniciativas dignas, que nos permiten usufruc-

tuar el padrón vibratorio del astral superior, porque en verdad, 

la entidad angélica que vive en nosotros cuando es sintonizada 

con los mundos elevados, se esfuerza por sobrepujar a la organi-

zación milenaria del animal instintivo.   Bajo ese entrenamiento, 

mantenido por el continuo ejercicio de la ternura, la simplici-

dad, la simpatía, el estudio y la renuncia a las seducciones de 

la materia transitoria, la desencarnación resulta para nosotros 

un suave desahogo y el ingreso positivo en el ambiente delicado 

que ya entreveíamos en nuestra intimidad espiritual aún reen-

carnada. La vida humana en vez de ser el tan nombrado “val-

le de lágrimas”, se vuelve una rápida promesa de felicidad, así 

como en el cielo grisáceo y tempestuoso observamos a las nubes 

entrecortadas que han de permitir el pasaje de los primeros ra-

yos de sol vivificantes.

Cuando sentimos vibrar en lo íntimo de nuestra alma los 

primeros reflejos del futuro ciudadano celestial, se modifica 

también nuestra visión de la vida humana y el esfuerzo creador 

de la naturaleza, para sentirnos poco a poco unidos a las flor-

citas silvestres perdidas en la inmensa campiña, al pájaro en su 

vuelo tranquilo bajo el cielo resplandeciente y al propio océano 

que ruge amenazadoramente. Es el mensaje directo de la vida 

cósmica que se expresa en nosotros, invitándonos a realizar al-

tos vuelos que nos conducirán a la liberación definitiva de las 

formas inferiores, para integrarnos definitivamente al espíritu 

inmortal que vivifica las cosas.

Cuando me sentí completamente desembarazado del cuer-

po físico, en mi espíritu aún latían los deseos y las pasiones del 

mundo que acababa de dejar, pero no me dejé perturbar espi-

ritualmente, porque había comprendido el sentido de la vida 

material. Los mundos planetarios como la Tierra no es más que 

sublimes laboratorios dotados de energías, que el alma ignoran-

te precisa para formar su individualidad en la divina conciencia 

de “ser y existir”.

Pregunta: ¿Cómo habéis sentido la separación de la familia 

terrena?

Atanagildo: La desencarnación fue para mí la revelación 

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