Ramatís
través de su higiene, de sus objetivos o decoraciones, el sentido
estético, el capricho, el gusto y la inteligencia de sus moradores.
Es verdad que entre los hombres detentores de grandes fortunas
terrenas existen grandes diferencias en al comprensión de la
armonía, la utilidad y el sentido práctico e inteligente de su pa-
trimonio material. Existe, por ejemplo, el nuevo rico, que al no
poseer aún el sentido hidalgo de las residencias aristocráticas,
acostumbra a obstruir su palacio con los más tontos caprichos
y llenarlo de adornos ridículos. Entonces, en vez de ser una vi-
vienda agradable y útil, recuerda a los museos históricos llenos
de cosas y objetos anacrónicos, que de ningún modo pueden
vibrar con la emotividad del alma.
Son raros los hombres que saben combinar los matices y
colores de sus aposentos con la disposición de las luces o el
tipo de muebles con la armonía de la decoración, con el fin de
ajustar la función útil de cada aposento al sentido estético de
su ornamentación. En nuestra morada astral, que está formada
por espíritus más comprensivos y desligados de las exageracio-
nes de las vanidades humanas, ese sentido de aseo y mejoría
estética a que os referisteis es cultivado con mucho cariño y
sabiduría. Saben proporcionar una armoniosa combinación en
todos sus hogares, en donde la sencillez es tan espontánea y
agradable, que da un tono sublimado a todo lo que les rodea.
Aunque algunas metrópolis astrales, como la del Gran Corazón,
son de naturaleza transitoria y sólo signifiquen divinos “oasis”
para descanso y aprendizaje espiritual, al servicio de las almas
que ascienden hacia las esferas superiores, poseen indescripti-
bles encantos y bellezas en el interior de sus residencias, demos-
trando siempre el gusto exigente de sus moradores.
No se observa en esas edificaciones el lujo desmedido ni
el amontonamiento de cosas inexpresivas, tan comunes en las
viviendas terrenas; aquí todo obedece a un sentido de armo-
nía que nace de nuestros espíritus, como si nuestras emociones
contagiasen a las cosas que gustamos. Hay intenso júbilo de
nuestra parte cuando comprobamos que nuestra conciencia se
extiende sobre todas las cosas que nos rodean, como si fuese un
delicado manto magnetizado, pues se encuentra completamente
liberado de los intereses egoístas o de las vanidades tontas de la
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