Ramatís
vibraciones de alta frecuencia, que son receptivas a la organiza-
ción etéreo-astral del periespíritu.
Nuestro poder visual está en la superficie de todo el pe-
riespíritu, tornándose captador de imágenes en todas direccio-
nes. En vez de precisar un par de ojos para captar imágenes y
transmitirlas en una frecuencia vibratoria accesible a nuestro
espíritu en el Más Allá, captamos directamente en su fuente
natural vibratoria, portándolas hacia la contextura de nuestro
periespíritu, dispensándonos de las funciones complicadas de la
visión física.
Pregunta: Suponiendo que vuestra metrópolis sea un punto
astronómico en el espacio, ¿como veis el firmamento o nuestro
Sol? ¿La sensación es la misma que teníais cuando estabais en-
carnado en nuestro planeta?
Atanagildo: Desde nuestra metrópoli vemos el firmamento
de la misma forma que lo observáis vosotros desde la Tierra,
con la diferencia que es más luminoso y tan lleno de vida como
nuestra posibilidad de penetración interior en nuestra vida es-
piritual. Es obvio que su color difiere profundamente al obser-
varlo a través de la atmósfera física que envuelve al globo ter-
ráqueo, porque estamos situados en la intimidad de esa visión,
limitada para vosotros, por los ojos físicos. Nosotros sentimos
las cosas de otro modo y penetramos con más eficiencia en toda
su realidad exterior.
Pregunta: Dadnos un ejemplo, para poder asimilar por qué
las cosas vistas por nuestros ojos físicos son alcanzadas en toda
su extensión y realidad por la visión de los espíritus desencar-
nado. ¿Podéis hacerlo?
Atanagildo: Esa mayor o menor visual interior depende
mucho del espíritu, pues a medida que nos elevamos hacia esta-
dos más sublimes el mundo oculto se nos revela con más inten-
sidad, porque contiene energías que antes escapaban a nuestras
observaciones de carácter inferior.
Suponed que estáis observando un vaso que contiene agua
dulce, caliente, perfumada y electromagnetizada ¿Qué veis vo-
sotros en ese vaso con vuestros ojos físicos? Lógicamente que
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