La Vida Más Allá de la Sepultura
vén con exactitud los mismos fenómenos, porque varían su ca-
pacidad vibratoria, y eso dificulta la visualización de las escenas
en el plano astral.
Pregunta: La visión del espíritu desencarnado en vuestra
metrópoli, ¿es semejante a la visión de nuestros ojos físicos en
la Tierra?
Atanagildo: En la superficie terrena la visión de las criatu-
ras humanas podría ser más o menos buena si no se redujese
a causa de las enfermedades, defectos o cansancio de los ojos.
Mientras la visión humana capta exclusivamente los contornos
de las formas físicas y realizables solamente bajo la luz solar o
artificial, en el mundo astral nosotros podemos ver las cosas,
exceptuados de la luz, tanto en su exterior como en el inte-
rior, teniendo la impresión de que miramos por el reverso. Lo
más importante es que podemos proyectar la vista en todos los
sentidos, tomar conocimientos amplios, hasta los menores de-
talles y sometidos todos a un examen, que bien podríamos de-
signar de “visión de profundidad”. Los ojos de la carne exigen
una dirección, obtenida por los nervios ópticos para poder tener
conocimiento de todo aquello que puedan ver, transmitiendo
al cerebro imágenes focalizadas directamente; nuestra volun-
tad reacciona de tal forma al ambiente, que mejor “sentimos”
que “vemos”. En ciertas ocasiones hipersensibles he observado
que toda la organización de mi periespíritu se transforma en un
maravilloso campo visual, y que las cosas me llegan de todas
las direcciones. Me vuelvo, por así decir, un centro de visión
en sentido esférico y capto todos los fenómenos situados a mi
alrededor, bajo la extraña impresión de que veo todo con el
poder de mis ojos. La necesidad de ver en la Tierra exige la
inmediata focalización de los ojos sobre los objetos deseados;
además, para que el espíritu pueda tener conocimiento de lo que
es focalizado, está pendiente de las transformaciones vibratorias
que el aparato visual debe efectuar para la debida sensibilidad
del espíritu; aún más, esas vibraciones precisan alcanzar toda
el área del periespíritu para que el alma tome conocimiento de
las cosas que los ojos ven, pues ellos en realidad, significan un
accesorio, o sea, un transformador de visión exterior para las
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