Ramatís

Atanagildo: La principal facultad propulsora en nuestra 

vida astral es el poder mental que, aliado al sentimiento crítico 

bien desarrollado, descubre los más deslumbrantes panoramas 

para nuestras almas y encanta con los trabajos creadores que 

puede realizar. La voluntad disciplinada se nos vuelve el más 

poderoso instrumento, que usamos como si fuera una prolonga-

ción viva de nuestros sentidos astrales, pudiendo penetrar cada 

vez más en los misterios de nuestro origen y destino. Principal-

mente, cuando nos encontramos en ambientes gratos, como lo 

es el de la metrópoli del Gran Corazón, nuestra mayor o menos 

capacidad de visión depende fundamentalmente de la capacidad 

de poder de nuestra voluntad. Por eso, no todos los espíritus de 

nuestra morada consiguen obtener la misma visión de las cosas 

y de los seres; muchas veces, cuando somos agraciados con la 

presencia de notables visitantes que provienen de planos más 

elevados, cierta parte de nuestros compañeros, recién llegados 

de la Tierra, no consiguen verlos a gusto por no poder colocarse 

en la misma faja vibratoria. El mismo fenómeno sucede en las 

zonas inferiores, cuando descendemos para socorrer a los espíri-

tus sufrientes, pues no todos consiguen vernos, a pesar de mani-

festarnos que sienten nuestra presencia en los momentos en que 

los socorremos. Se trata de un hecho lógico y comprensible; las 

frecuencias vibratorias espirituales muy bajas no pueden sinto-

nizarse con las vibraciones mucho más altas, de la misma forma 

que las emisiones de ondas cortas en la radiofonía terrena no 

pueden captarse por los aparatos de onda larga.

En este preciso momento en que estoy dictando estas co-

municaciones, no podéis registrar en vuestra visión mi presen-

cia, pues estáis rodeados por una faja vibratoria demasiado baja 

y letárgica, como es la de la carne. Si se trate de un médium 

vidente, es decir, de alguien que tuviese su periespíritu más ha-

cia “este lado” o que consiguiese elevar su frecuencia vibratoria 

común hasta el nivel del plano en donde actuamos nosotros, 

ese médium podría identificarnos pálidamente, quedándole 

la impresión de entrar en una atmósfera de sueños. Todos los 

espíritus desencarnados no consiguen vernos con las mismas 

disposiciones astrales —porque varían sus poderes mentales y 

cualidades morales—, los propios videntes terrestres no entre-

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