Ramatís

Pregunta: Creo que se justifican nuestras dificultades para 

valorar el panorama del Más Allá, pues estamos habituados a la 

visión exterior que nos proporciona el mundo material a través 

de los ojos de la carne, de ahí que nos parece imposible concebir 

una idea sobre ese plano “etéreo-astral”, por carecer de la vista 

adecuada que nos permita observar lo que pasa en otros planos 

de vida. ¿No es verdad?

Atanagildo: Vosotros depositáis toda vuestra confianza en 

aquello que vuestros ojos físicos ven, pero olvidáis que hay una 

gran diferencia entre las miradas del hombre normal y las del 

miope. Por eso, el miope precisa ayudarse con lentes apropia-

dos para aclarar imágenes distantes, mientras que el hombre de 

vista normal observa con claridad las configuraciones exactas. 

En vuestro propio mundo, ningún científico se arriesgaría a afir-

mar que los colores y formas percibidos por vuestros ojos son 

exactamente como los justipreciáis. Desconfían de la realidad, a 

pesar de la visión ofrecida por los ojos físicos, porque puede ser 

muy diferente a los padrones comunes que han sido consagra-

dos por la visión humana.

Los antiguos chinos pintaban el cielo de color amarillo 

opaco, porque su visión rudimentaria aún no percibía el azul, 

que hoy es común para la humanidad. ¿Ese azul será, por ca-

sualidad, el color exacto y perfecto del cielo? ¿O será una con-

secuencia de la deficiencia visual del hombre del siglo XX? Para 

el campesino inculto es una verdadera provocación decirle que 

en la punta de un alfiler existen vidas microbianas, tan agitadas 

como las de algunos millares de rebaños de carneros sueltos por 

la campiña verde.

En base a la precariedad de vuestra visión física, no debéis 

imaginar a nuestro mundo semejante a vuestra morada, pues 

los ojos físicos sólo pueden fotografiar aquello que se sitúa en el 

exterior.  Por eso falláis lamentablemente cuando deseáis basa-

ros en lo que ellos ven, con relación a la visión del mundo inter-

no del espíritu, que es el origen y no el efecto de la vida material.

Pregunta: Jesús, cuando nos visitó, recomendó la necesi-

dad que teníamos de renunciar al mundo de las formas, cuando 

afirmó: “Mi reino no es de este mundo”. Por eso quedamos con-

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