de piedra ónix. Tenía además, un vistoso turbante azul sobre su cabeza, cuyos bordados eran
finamente trabajados por hilos de oro, en el pecho ostentaba doce piedras preciosas, símbolo
tradicional del poder y la gloria de las doce tribus de Israel. Finalmente, todo ese traje reluciente y rico
de colores y adornos, los completaba un par de sandalias color rojo púrpura bordadas con hilos de
plata y que las sujetaba con trenzas del mismo color en los tobillos. Estaba rodeado por 13 jueces a
cada lado, eran los indicados para juzgar; pero, también se acostumbraba a sentar algunos discípulos
de los Consejeros que versaban sobre la Ley y aprendían retórica y prestaban atención a las palabras
y opiniones de su mayores. Abajo, casi al frente del Sumo Sacerdote, estaban sentados los
escribientes de la corte; los de la izquierda debían anotar todos los testimonio» contra el acusado y
los de la derecha registraban todo lo que le fuera favorable.
El acusado tenía derecho para defenderse por sus propias palabras, y si no lo hacía, se le
nombraba un defensor "ad hoc", que el acusado podía aceptar o recusar. En el transcurso del juicio
los jueces intercambiaban ideas, discutían las fases del proceso, buscaban opiniones y trataban de
alcanzar conclusiones sólidas, lógicas, dignas y benevolentes; pedían a los escribas que leyeran las
acusaciones y las defensas. Examinaban y reexaminaban pruebas, testimonios y argumentos y,
cuando había dudas, no se votaba.
Pregunta: ¿Cómo transcurrió el juicio al Maestro Jesús?
Ramatís: Jesús no se hallaba atado y le habían ofrecido un banco tosco, como a cualquier
acusado por la Ley. El sudor le corría por la barba y sufría terriblemente por el desgaste ocurrido en el
Jardín de Gethsemaní durante el trance mediúmnico y la gran vertencia de sangre. Febril y agotado,
oraba al Padre rogándole la gracia de apresurar aquel ceremonial de la justicia humana para juzgarlo,
pues demasiado sabía que ninguno intentaría absolverlo en base a la gran cantidad de pruebas
acumuladas en su contra.
Siguiendo el decoro establecido por aquel Tribunal, el Sumo Sacerdote, con voz melosa y
mirando felinamente a Jesús dio comienzo al juicio, en donde era expresamente prohibido iniciar el
mismo acusando al reo, pues todo debería hacerse en forma tolerante y esclarecedora. Como era
costumbre, el acusado debía ser favorecido con la opinión formal de cualquiera de los jueces
presentes. Entonces, Caifás exclamó:
— ¡Que se argumente en favor del acusado!
Satisfecho, reconoció que Jesús sería juzgado con la máxima indiferencia. Después de algunos
momentos de silencio, uno de los ancianos jueces formuló su opinión favorable al acusado, para
guardar el estilo de la ceremonia y con el tono de voz, que se adivinaba el protocolo de esos
momentos, diciendo así:
—Declaro que la apariencia, el estado físico y la angustia del acusado recomienda a este
Tribunal el más alto principio de conmiseración y benevolencia. El acusado no demuestra ser
sarcástico, cínico u orgulloso, mas tiembla afiebrado ante este juicio sagrado —indulgencia— Ruego
indulgencia al ser juzgado.
Caifás se mordió los labios algo despechado, pero después comprobó que el juez, autor de la
proposición se recogía en sí mismo, como si estuviera dispuesto a dormitar. Recorrió con la mirada la
fisonomía de los otros jueces y observó pequeños gestos en el rostro de los más nuevos, mientras los
ancianos se mantenían impasibles. Entonces, con repugnante dulzura, mandó leer la acusación y los
relatos verbales, lo que inmediatamente fue hecho por uno de los discípulos de los Consejeros,
especie de promotor y relator, sin que tenga interferencia directa en el juicio. Una vez terminada la
lectura acusatoria, «Caifás en un tono solemne y grave, le dijo a Jesús
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:
—Jesús de, Nazareth, antes que esta corte te absuelva o te castigue, y una vez agotados todos
los recursos de la Ley a tu favor, conforme a los testimonios de amigos y coterráneos, hechos bajo la
bondad del Santo Oficio y por voluntad de los que prefieren la verdad, sois acusado de sacrílego,
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Nota de Ramatís: Sería muy fastidioso discriminar las extensas oratorias de los personajes que participaron en el
juicio de Jesús, inclusive Caifás, pues en aquella época se abusaba de la retórica, verborragia y altilocuencia para enunciar
¡as cosas más simples. Optamos por un resumen esencial y compatible con el espacio con que contamos en esta obra.
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