Capítulo XXIII
JESÚS, SUS MILAGROS Y EFECTOS
Pregunta: ¿Es verdad que Jesús realizó los milagros que relatan los Evangelios?
Ramatís: El Maestro realizó innumerables curas y renovaciones espirituales que no deben
considerarse milagros, pues eran el resultado de sus facultades mediúmnicas. En base a su elevada
espiritualidad y de la asidua cooperación de las entidades angélicas que lo asistían, todo cuanto
hacía y que era interpretado por milagroso era consecuencia de la aplicación inteligente de las leyes
trascendentales. También los Esenios terapeutas manejaban con mucho acierto las fuerzas ocultas y
curaban por la imposición de las manos; algunos iniciados como Simón el Mago, los discípulos de
Apolonio de Tyana, sacerdotes, budistas, yogas y adeptos emigrados de Egipto sabían provocar-esos
fenómenos y que al Maestro se le atribuían como milagrosos. Los demás, aunque fueran científicos
altamente intelectualizados de Judea o de Roma, ignoraban las leyes del mundo invisible; era el tan
conocido fenómeno mediúmnico, que hoy con los médium de elevada capacidad ectoplásmica
realizan los mismos efectos que hacía el Sublime Galileo.
Pregunta: ¿Entonces, los relatos existentes en los evangelios son exactos, respecto a los
milagros, aunque éstos puedan explicarse por medio de la fenomenología mediúmnica?
Ramatís: Existe gran confusión en los relatos evangélicos, dado que muchos hechos sucedieron
en forma diferente a lo relatado, y además, le atribuyeron al Maestro ciertos milagros que eran total-
mente ajenos a su vida. Los compiladores del Evangelio se sirvieron de la tradición a fin de
engrandecer la persona de Jesús, incorporándoles milagros que son repeticiones referentes a otros
misioneros de renombre. La resurrección de Jesús y la desaparición de su cuerpo, nos recuerda a la
leyenda de algunos acontecimientos milagrosos del pasado. Henoc fue arrebatado por los cielos,
desapareciendo su cuerpo carnal; Elías subió a los cielos en un carro de fuego; el profeta babilónico
Habacuc, ascendió a los cielos por los cabellos; Pedro, en compañía de Jesús, caminó sobre las
aguas del mar, tal como lo habían hecho anteriormente Rama, Moisés y otros precursores del
Maestro.
En verdad, si Jesús hubiera practicado tantas cosas que eran consideradas sobrenaturales, sería
un verdadero duplicado de los famosos magos y alquimistas y su fama hubiera desaparecido en la
historia profana, como sucedió con Simón el Mago, Apolonio de Tyana, Páraselos y otros iniciados.
Además, esos hechos solo existen en los relatos de los cuatro evangelios, pero "según lo que los
evangelistas dijeron", y no lo que ellos mismos escribieron respecto a los milagros de Jesús. El
mismo Flavius Josefus, historiador de la época, no hace la menor referencia al caso citado.
Pregunta: ¿Qué nos podéis decir sobre el milagro de las Bodas de Cana, en Galilea, donde Jesús
transformó el agua en vino?
Ramatís: Esas citaciones de la transformación del agua en vino, también le fueron atribuidas a
Buda. Los hombres interesados en agrandar la figura mitológica de Jesús por medio de poderes
sobrenaturales, se sirvieron de su condición y prestigio divino. Pero, es cierto que Jesús y María
estuvieron presentes en las bodas de Cana, dado que el Maestro atendía solícito a todas las
obligaciones sociales evitando humillar o despreciar a sus coterráneos; pero también es evidente,
¡que en una fiesta donde se había terminado el vino a causa de su elevado consumo, la mayoría de
los invitados estarían totalmente embriagados! Jesús era tolerante con las debilidades humanas, y
sería contrario a su honesto proceder si hubiera concretado el tan mentado milagro de la conversión
del agua en vino, pues sería muy culpable de haber transformado el ambiente de la Boda en un culto
al dios "Baco". Por consiguiente, ese supuesto milagro en nada realzaría el carácter del Maestro;
pues truncaría la línea recta de su elevada compostura moral.
Pregunta: ¿Y, en cuanto a la resurrección de Lázaro?
Ramatís: Antes de Jesús, el profeta Elías había resucitado a la hija de Sarepta; Apolonio de
Tyana resucitó a una joven, y Elíseo, al hijo de una mujer sulamita.
En verdad, Jesús asistió a Lázaro y lo salvó de una muerte segura; pero los exegetas de la Biblia,
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