Fisiología del Alma 

sacerdote que desde lo alto del púlpito excomulga los pecados y 
los vicios humanos, después de la ofrenda religiosa enciende su 
finísimo cigarro mientras las cenizas caen sobre los versículos 
de la Biblia, que estudiaba para el sermón del día siguiente...

PREGUNTA: – ¿Podéis explicarnos ese carácter obsesivo 

del tabaco, que describís como un cerebro o un “señor” que 
nos domina a través del vicio de fumar?

RaMaTÍS ¿Queréis una prueba evidente de la acción ob-

sesiva del tabaco? Reflexionad sobre la actitud del fumador 
inveterado que puede pasar largo tiempo sin comer y a veces, 
hasta sin beber, ¡pero se descontrola y se desespera con la falta 
del cigarro! la falta de satisfacción de ese vicio lo pone comple-
tamente angustiado, con el psiquismo excitado e incontrolable! 
Su deseo es terriblemente obsesivo: ¡fumar! Y esa acción obsesi-
va y oculta del tabaco, se recrudece a medida que el individuo se 
descuida de su comando psíquico después que abrió la puerta 
de su voluntad a tan indeseado huésped.

Poco a poco, el fumador ya no se satisface con 10 ó 20 ci-

garros al día; aumenta la cantidad a 30, 40 ó más, volviéndose 
cada día más vicioso ¡pero nunca saciado! entonces, procura 
disminuir la acción tóxica del humo por medio de filtros mo-
dernos de pitilleras especiales, o se dedica al uso de la cachim-
ba elegante, engañado por la pretendida acción inofensiva del 
humo oliente manufacturado astutamente con fines comercia-
les, para disfrazar su efecto nocivo. ¡Es así cómo el fumador 
crea, en torno suyo, un ambiente ridículo que llenaría de envidia 
a los viejos caciques mascadores de tabaco!

Para atender la implacable exigencia del “señor” tabaco, el 

fumador gasta una parte de sus economías en la adquisición del 
cigarrillo; comúnmente, se irrita por el defecto del encendedor 
automático, que unas veces no tiene combustible y otras exige la 
reposición de una nueva piedra. Cuando fuma en cachimba, car-
ga, al salir de la casa, el estuche apropiado para guardar el ins-
trumento de holocausto al dios tabaco, se provee del limpiador 
del tubo, de la lata de tabaco, o, si no, lleva consigo el cortador 
de cigarros puros, la incómoda cigarrera o un puñado de filtros 
para la pitillera. ante la perspectiva de un viaje, de un picnic o de 

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