Ramatís
sideraciones; pero recordamos que el vicio del tabaco proviene
de una raza atrasada, desconocedora de los sistemas de vida
civilizada y sin credencial superior del espíritu humano, como
eran los indios de la América Central que los invasores españoles
encontraron en las adyacencias de Tabaco, provincia de Yucatán.
la Historia os narra que las naves de Cristóbal Colón, de vuelta
de su segundo viaje a las nuevas tierras, llevó muestras de taba-
co a España. Más tarde, Monseñor Nicot, entonces Embajador
de Francia en Portugal, obtuvo semillas de tabaco en los jardines
del reino portugués y las plantó en su huerta, en los terrenos de
la embajada. de ahí, pues, la denominación de “nicotina” dada a
la principal toxina existente en el tabaco, en memoria de Mon-
señor Nicot. Poco a poco, el hábito de fumar se extendió por
toda europa, proliferando el comercio de tabaco y la industria
manual de la confección de los cigarros. Pero no tardaron en
surgir los primeros síntomas de envenenamiento por el humo,
con las tradicionales jaquecas, mareos, vómitos y perturbaciones
bronquiales, motivadas por la desesperada lucha del organismo
físico en su defensa para no adaptarse a los terribles venenos
que, de modo brutal, penetraban por las vías respiratorias y se
diseminaban en la corriente sanguínea. no obstante la decidi-
da campaña ofensiva contra el uso del tabaco, llevada a cabo
por los médicos, reyes, príncipes, gobernadores y autoridades
en general, su uso se extendió, infiltrándose en todas las capas
sociales, aumentando entonces las competencias comerciales en
la venta del tabaco, acabando por imponerse la detestable moda.
es así que, en el siglo actual, cuando las costumbres se de-
gradan en vísperas de la gran selección espiritual del “fin de los
tiempos”, el tabaco consiguió establecer su imperio tóxico, anti-
higiénico y tonto, que tuvo origen en el vicio inocente del indio
ignorante que se divertía aspirando el humo de las yerbas irri-
tantes. no hay duda que para los salvajes, fue un gran éxito la
venganza contra los civilizados – tan orgullosos de sus realiza-
ciones morales y científicas – viendo que pasaron a imitarlos en
la estupidez de llenar también sus pulmones de gases fétidos...
en el pasado, únicamente los hombres y mujeres de mala
reputación fumaban y bebían públicamente. Hoy, fuman casi
todas las personas de las distintas clases sociales; pues hasta el
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