Ramatís
es un infeliz esclavo que abdica de su propia voluntad, cediendo
su comando instintivo a un cerebro implacable y exigente, como
lo es el tabaco.
PREGUNTA: – ¿Cuál es la opinión de los maestros espiri-
tuales sobre vuestra explicación?
RaMaTÍS: – el tabaquismo es una enfermedad que padece
gran parte de la humanidad, debido a su proverbial displicencia
dejándose esclavizar por el culto insano al “señor” tabaco, que la
subyuga tanto en la esfera de los pensamientos, en las relaciones
sociales y en las aptitudes psíquicas, como interfiere también
en el campo de las inspiraciones superiores. Todo aquél a quien
domina ese vicio, intenta presentar sus razones personales para
justificar su esclavitud a la tiranía del tabaco, que por haber
desarrollado fuertes raíces, dirige su propio psiquismo. Unos,
alegan que fuman para “matar el tiempo” o porque necesitan de
recursos hipnóticos para calmar sus nervios; otros, atribuyen al
humo lento del cigarro o de la cachimba, el poder de inspira-
ción que necesitan para obtener éxito en los buenos negocios, o
como incentivo en la producción literaria.
actualmente ¡fuman profesores, médicos, militares, aboga-
dos, ingenieros, poetas, filósofos o científicos; fuman sacerdotes
y malhechores; operarios y patrones! el vicio varía en cuanto a
la técnica y al modo de quemar la hierba esclavizadora, que se
ajusta conforme a la clase, fortuna, jerarquía o distinción social.
los de tierra adentro y aldeanos, fuman el maloliente cigarrillo
de paja, o usan sarrosos pitos de barro; los hombres de clase
media, fuman cigarrillos de papel, mientras que los más afortu-
nados se distinguen por el uso de vistosas pitilleras de aros de
oro; chupan abultados cigarros puros, o utilizan finísimas pipas
que penden de sus labios ensalivados. ¡Pero es claro que esa os-
tensiva y pintoresca diferencia en el modo de quemar el tabaco,
conforme a las aptitudes del individuo, no tiene valor alguno;
pues el vicio acarrea a todos las mismas consecuencias nocivas
y esclavitud mental execrable!
notad que el fumador inveterado vive inconsciente de su
propia esclavitud, pues mete la mano en el bolsillo, toma un
cigarrillo, se lo pone en los labios y lo enciende, ajeno a todos
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