Ramatís
no dudamos que podáis llegar un día al ridículo de con-
memorar los aniversarios de las instituciones terrestres de pro-
tección a los animales y a las aves, con una festiva y suculenta
churrasqueada de carne de buey sacrificado en las vísperas, en
el cual, los brillantes oradores han de proferir discursos sobre la
Ley de la Caza o el amor al animal, mientras el matarife prepara
el “apetitoso” filete en el asador con el sazonamiento de moda.
La cuestión de restringir la caza del ave o del animal no
constituye protección alguna o prueba de piedad para con esos
seres; es solamente un extremado cuidado para que no se ex-
tingan prematuramente las especies reservadas, a la destruc-
ción por los cazadores, en tiempo oportuno. La piedad y la
protección a los pájaros y a los animales de las selvas, sólo la
demostraréis con la absoluta recusa o prohibición de matarlos
en cualquier tiempo o período del año. La oficialización de la
época apropiada para la matanza de pájaros y de animales in-
defensos, es un subterfugio que no os eximirá, ante las leyes de
la vida, de la responsabilidad de matar. A pesar de la utilización
de la silla eléctrica y de los fusilamientos oficiales resultaren
acceptos como medida perfectamente legal por algunos juristas
formales, ante Dios es un crimen oficializado y mucho peor que
el homicidio que el individuo cometió por un mal sentimiento,
de amor, hambre, en un momento de cólera o en un deseo in-
controlable de venganza. El criminal, aunque sea contumaz en
la delincuencia, no valora, comúnmente, la extensión del delito
que realiza, al que casi siempre es instigado por feroz egoísmo
del instinto de conservación. Pero los creadores de leyes que
autorizan asesinatos premeditados, serán responsables por el
delito de matanza por cálculo, aunque aleguen que lo hacen en
defensa de las instituciones sociales.
PREGUNTA: – ¿Cómo podríamos deshacer ese acondicio-
namiento biológico de la alimentación carnívora, sin sufrir
los efectos violentos de una sustitución radical?
RaMaTÍS: – Ya os hemos dicho que los peces, los mariscos
y los crustáceos son “cuerpos colectivos”, correspondientes a un
sólo “espíritu-grupo” que dirige su instinto y generan una reac-
ción única e igual en toda su especie. Un pez, fuera del agua o
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