Ramatís

tividad del mundo físico. Pero aquellos que huyen en la hora 
cruel de la masacre del hermano inferior demuestran bien que 
comprenden la perversidad del acto, y lo reconocen como injus-
to y bárbaro. en consecuencia, ratifican el conocimiento de su 
responsabilidad ante dios, rehusando asistir a aquello que en 
mente significa una severa acusación al espíritu. Confirman, por 
tanto, tener conocimiento de la iniquidad de matar el animal 
indefenso e inocente. es obvio que, si después lo devoran cocido 
oasado es aun mayor la culpa porque el mismo acto que conde-
nan con la ausencia deliberada, queda justificado plenamente en
la hora famélica de la ingestión de los restos mortales del animal.

los que huyen con pseudo piedad, no dejan de ser vulgares 

cooperadores de las mismas escenas tétricas del sacrificio del 
animal. el consumidor de la carne no deja de ser un accionista 
e incentivador de la proliferación de las carnicerías, mataderos 
y frigoríficos.

Vuestro código prevé, en la delincuencia de vuestro mun-

do, penas severas tanto para el ejecutor como para el inductor 
de los crímenes de coparticipación mental, puesto que la res-
ponsabilidad pesa sobre ambos. los que no matan animales o 
aves por piedad, pero digieren jubilosamente sus despojos, son 
copartícipes del acto de matar, aunque lo hagan a distancia de 
local del sacrificio; son, en realidad, cooperadores anónimos de 
la industria de carnes, toda vez que incentivan el dinamismo 
de la matanza al consumir la carne que mantiene la institución 
fúnebre de los mataderos y el trucidamiento injusto de aquellos 
que dios creó también para la ascensión espiritual.

PREGUNTA: – Creemos que muchos de los seres diviniza-

dos que vivieron en nuestro mundo, se alimentaron también 
de carne. ¿No es verdad?

RaMaTÍS: – Realmente, algunos santos del santoral católi-

co o espíritus desencarnados considerados hoy de alta categoría, 
pudieran alcanzar el cielo a pesar de haber comido carne. Pero 
el portador de la verdadera conciencia espiritual, esto es, aquel 
que además de amar, sabe por qué ama y por qué se debe amar, 
no debe alimentarse con la carne de los animales. el alma ver-
daderamente santificada repudia incondicionalmente cualquier 

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