Ramatís

los individuos psíquicamente electivos al cáncer, tendrán que 
sufrirlo sin poder escapar por la tangente de la ley Kármica, 
toda vez que ya conducen en su periespíritu el morbo canceroso 
que deberá ser expelido hacia la carne. los “no electivos”, no 
contraerán, en modo alguno la enfermedad, aunque entren en 
contacto con residuos infectados de las tumoraciones.

la vida en el orbe terrestre es uno de los medios más efi-

cientes para que el espíritu pueda despejar su fluido canceroso, 
al funcionar la tumba terrestre a semejanza de un eficiente la-
boratorio desintegrador de las sustancias nocivas del espíritu 
atribulado.

Pregunta: Pero, ante el hecho de que el cáncer se recrudez-

ca tanto actualmente, tal como lo demuestran las estadísticas 
médicas, ¿no se podría suponer que casi toda la humanidad 
está contagiada por él? ¿Se trata de una enfermedad viejísima 
que decrece, o de una enfermedad nueva que se arrastra por el 
mundo?

Ramatís: en vista del aumento sucesivo de habitantes en la 

Tierra, ya sea debido a la encarnación progresiva de espíritus 
que provienen de las regiones medias y de las inferiores del as-
tral, como también de entidades desencarnadas que emigran de 
otros planetas más o menos semejantes al vuestro, es cierto que 
recrudece el número de almas portadoras de venenos psíquicos 
que, al ser drenados por el cuerpo carnal, provocan el cáncer y 
otras enfermedades insidiosas.

Gran parte de la humanidad terrestre, todavía produce y 

acumula fluidos perniciosos en las “operaciones bajas”› ejerci-
das por la mente y por los deseos torpes, transformando sus 
cuerpos carnales en condensadores vivos, que después despejan 
el residuo psíquico en la sepultura.

aunque Jesús en occidente y Buda en el oriente, conti-

núen inspirando los movimientos humanos con sus elevadas 
enseñanzas del “purificaos” y del “sed perfecto”, los terrestres 
todavía se dejan encadenar a las pasiones delictuosas y esclavi-
zadoras, mientras agravan sus deslices de las vidas anteriores y 
generan nuevos desequilibrios, vencidos por la inquietud neu-
rótica de la vida moderna. Se desgasta rápidamente la máquina 
viva del cuerpo físico, mientras “baja” incesantemente la mor-

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