Fisiología del Alma 

jas enfermedades que fueran curadas sólo en la periferia de la 
carne, no alcanzando la profundidad del alma, ¡desaparecerán 
momentáneamente, para resurgir más tarde disfrazadas por 
nueva terminología médica!

A pesar del valioso esfuerzo médico actual que reduce la 

tuberculosis, se aumenta la anemia perniciosa y el cáncer leucé-
mico; se vence la lepra, pero proliferan los tumores cancerosos; 
se disminuye la sífilis, pero aumentan el artritismo y la parálisis 
infantil; se extinguen la fiebre amarilla, la malaria y la disentería, 
pero, por desgracia, aumentan las enfermedades cardíacas, las úl-
ceras gástricas y pépsicas, las colitis, las amebiasis y la diabetes. 
Se vencieron enfermedades como el tifus, la difteria, la pelagra, 
el cólera, pero el extraño morbo que enferma el organismo de la 
humanidad y radica en el periespíritu perturbado, ataca nueva-
mente por todas las brechas que ofrezca la carne, procurando 
surgir embozado bajo otros rótulos patogénicos. El arsenal mé-
dico cae sobre los microbios, gracias a la producción en masa 
de la industria farmacéutica, pero ese morbo reprimido se irrita 
y perturba también el delicado sistema nervioso, logrando, en 
ciertos casos, sublimarse en la forma de enfermedades mentales.

los científicos y los médicos dedicados, en su mayor por-

centaje, sólo han podido luchar heroicamente para reprimir y 
curar los efectos lesivos que se materializan en el “descenso” in-
cesante del fluido enfermo vertido por el periespíritu del hombre.

Pero, por desgracia, el contenido tóxico milenario, al ser 

reprimido, cambia de ruta y se subdivide en otros estados en-
fermizos. Cuando el clínico demuestra cansancio y se desanima 
ante las reincidencias insidiosas y la imposibilidad de detener 
la enfermedad, se llama al cirujano, a quien compete intervenir 
y mutilar los órganos o los miembros del enfermo.

Por tanto, no deseamos opinar sobre la eficiencia de los 

tratamientos médicos modernos sobre el cáncer, muy justifica-
dos ante el grado evolutivo del terrícola, pués que nuestras más 
grandes preocupaciones son de orden espiritual, por encima del 
hombre-carne transitorio. Cuando se logre éxito completo en la 
terapéutica del espíritu, obviamente será curado su prolonga-
miento de carne; de la misma forma que, saneada la corriente 
líquida, deja de contaminarse la vasija. es necesario, pues, que 

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