Fisiología del Alma 

contextura celular del cuerpo humano.

en el instante en que el laboratorio o el examen clínico 

anuncian la formación cancerígena en el hombre, es que el mé-
dico puede identificar con firmeza la floración del morbo a la 
exteriorización de los sentidos humanos. Pero la verdad es que, 
subrepticiamente, el cáncer venía ya desarrollándose hacía al-
gunos meses o años, en la intimidad del paciente. Cuando la 
carga cancerosa drena por la piel, por los órganos o por los 
sistemas sanguíneo, linfático o nervioso, así como por la médula 
ósea, apenas comprueba el éxito de haber alcanzado la contex-
tura sólida del físico, pues hace mucho tiempo que ya circulaba 
por la intimidad periespiritual del individuo, incorporándose 
en él durante sus desatinos mentales y emotivos, para servir 
después de alimento a los bacilos, a los virus o a los miasmas, 
cuya vida y cuyo potencial vigoroso ocurren en el mundo astral, 
inaccesible todavía a los sentidos comunes de los encarnados.

Bajo la inteligente terminología médica, el análisis de la-

boratorio revela a la luz del microscopio los gérmenes de deter-
minada enfermedad y contribuye directamente a la orientación 
del médico en la selección del medicamento adecuado, que debe 
ser administrado para exterminar aquel tipo de microbio ma-
terializado por el morbo que bajó del psiquismo enfermo. Pero 
es evidente que la pausa o la simple interrupción del “descenso” 
de la energía corrosiva que se expurga del periespíritu intoxi-
cado hacia la carne, conseguida durante el exterminio de los 
microbios identificados en el laboratorio, no comprueba que 
haya sido extinguida por completo la causa oculta enfermiza, 
residente en el espíritu.

Cualquier residuo mórbido que todavía permanezca en el 

periespíritu tendrá que ser drenado, expelido o absorbido pos-
teriormente por la tierra, no existiendo otro recurso más favora-
ble que el de hacerlo fluir hacia el “papel secante” vivo y propicio 
al sacrificio, que es el cuerpo físico. Y si el periespíritu conserva 
todavía algún saldo mórbido después de haber desencarnado, 
tendrá que expurgarlo en los charcos astrales inferiores del Más 
allá, salvo que, por concesión superior, pueda transferirlos para 
la próxima encarnación, pero en ese caso, la concesión resultará 
en una nueva enfermedad.

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