Ramatís
que es la base de los deseos humanos y de las operaciones men-
tales. es el periespíritu el que realmente sustenta el organismo
físico y el que lo modela desde su primera aglutinación celular.
Su influencia es fundamental en la carne, pues es él, en esencia,
el que organiza o desorganiza las células orgánicas.
no es suficiente, pues, que la ciencia del mundo analice con
exclusividad los elementos químicos que componen la sustancia
material del organismo físico. Ya es tiempo de que se ausculte y
se conozca también la contextura del periespíritu, considerando
su peso, la densidad y el energismo etéreo-astral que de él ema-
na e interpenetra el edificio atómico de la carne. de ahí el hecho
de que las emisiones de tristeza, de odio, de cólera o de rebeldía
que dimanan de su red bioeléctrica, perturben la organización
física, mientras que la alegría, la mansedumbre, el amor y la
resignación, favorezcan su equilibrio energético.
la guerra sistemática del científico terrestre contra el mun-
do microbiano, no se funda en un sentido inteligente, pues si el
cuerpo físico, tal como dice la ciencia, es un conglomerado de
microbios, virus y energías que se mueven superactivas para
mantener la vida y la estructuración orgánica carnal, la violen-
cia, la destrucción deliberada e incesante contra el mundo infi-
nitesimal, sólo tiende a alterar la armonía del cosmos humano y
a favorecer el círculo vicioso de enfermedades extrañas, en que
las viejas molestias que son combatidas surgen nuevamente con
nuevo rótulo académico.
el microbio, el virus o el ultravirus son la base, los ele-
mentos imprescindibles o la verdadera sustancia viva de que el
espíritu necesita y que utiliza con el fin de poder configurarse
a la luz del mundo material. Cuando el laboratorista no con-
sigue identificar determinado virus o germen demasiado sutil,
que huye a la acuidad física y al cual se atribuye la enfermedad
insidiosa, es porque su aparato material quedó muy acá de las
fuerzas ocultas creadoras, y no está en condiciones de prestar el
servicio que del mismo se quiere exigir.
el caldo de cultivo filtrado e inoculado después al conejillo
de Indias, y que todavía manifiesta una virulencia capaz de en-
fermar en un nuevo experimento, no constituye el éxito defini-
tivo de la investigación exacta de la enfermedad, sólo porque le
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