Ramatís

acción por la imprudencia de sus nuevos desequilibrios menta-
les y emotivos. Se nutre y se fortalece en su virulencia, cuando 
recibe nuevo combustible fluídico producido por el psiquismo 
humano durante los estados de odio, cólera, celos, envidia, 
crueldad, miedo, lujuria y orgullo. He ahí por qué los médicos 
modernos han verificado que las crisis de los cancerosos man-
tienen estrecha relación con sus estados psíquicos.

el hombre, como chispa emanada del Creador, foco de 

luz oscurecido por la personalidad carnal transitoria, debería 
mantenerse por encima de las pasiones e intereses inferiores del 
mundo material, con el fin de que, concentrando las energías 
que activen su luminosidad espiritual interior, pueda proyectar 
las fuerzas que disuelven las adherencias y las petrificaciones 
astrales de su periespíritu, librándolo de los procesos morbosos 
que oscurecen su transparencia sideral. en el caso del cáncer, 
solamente la dinamización vigorosa de fuerzas generadas en el 
mundo interior del espíritu, son las que podrán disminuir la 
acción agresiva del elemental primario que, después de haber 
sido perturbado, es el causante del cáncer.

PREGUNTA: – ¿Podéis extenderos algo más sobre la forma 

de ese elemental primario responsable del cáncer, informándo-
nos cómo obra él sobre el periespíritu, en su invasión morbosa?

RaMaTÍS: – Para nuestra vista de desencarnados, ese ele-

mental, después de ser subvertido, pierde su apariencia común 
de fluido centelleante, que recuerda el flujo de la luna sobre 
el lago sereno, para tomar un color oscuro, denso, repugnan-
te, agresivo e insaciable en su acción invasora. invertido en su 
función creadora, asume la forma destructora y ataca la sus-
tancia translúcida y tenuísima del periespíritu. intenta, además, 
combinar su naturaleza inhóspita y deletérea, con la contextu-
ra evolucionada de aquél, procurando rebajarlo a una forma y 
condición astralina turbia, oscura, que recuerda la mancha de 
tinta extendiéndose sobre un tejido blanco.

Su configuración más común, al adherirse al periespíritu, 

recuerda una gigantesca ameba fluídica que emite tentáculos 
bajo movimientos larvales incesantes o asume la forma de exó-
tica langosta o reptil arácnido, interceptando el curso nutritivo 

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