Ramatís
llora en la ocasión en que lo llevan a morir!
no matáis la rata, el perro, el caballo y el papagayo, para
vuestras mesas festivas, porque la carne de esos seres no se aco-
moda a vuestro paladar delicado. en consecuencia, no es la ven-
tura del animal lo que os importa, sino la ingestión placentera
que os puede ofrecer en las lúgubres mesas.
PREGUNTA: – ¿Cómo podríamos vencer ese acondiciona-
miento biológico y hasta psíquico, por el cual nuestra consti-
tución orgánica se halla hereditariamente predispuesta a la
alimentación carnívora?
La ciencia médica afirma que ante la simple idea de ali-
mentarnos, el sistema endocrino produce jugos y hormonas
de simpatía con la carne, y de esa sincronización perfecta
entre el pensamiento y el metabolismo fisiológico, deducimos
queda demostrada la fatal necesidad de la nutrición carní-
vora. ¡En compensación, muchos vegetarianos han revelado
alergia a las frutas y hortalizas!
¿No es eso bastante para justificar la afirmativa de que
nuestro organismo necesita evidentemente de la carne para
desarrollarse sano y vigorosamente?
RaMaTÍS: – el tabaco tampoco fue creado para ser fuma-
do por el hombre; es éste el que imita la estulticia de los indios
descubiertos por Colón, terminando por convertirse en un escla-
vo de la aspiración de las hierbas incineradas. a la simple re-
cordación del cigarro, vuestro sistema endocrino, en un perfecto
trabajo psicofísico de prevención, produce también antitoxinas
que deben neutralizar el veneno de la nicotina y protégeros de
la introducción del humo fétido en los pulmones delicados. la
sumisión al deseo de ingerir la carne es igual a la sumisión del
fumador inveterado a su comando emotivo, pues es más víctima
de su debilidad mental que de una invencible actuación fisioló-
gica. el vicioso del cigarro se olvida de sí mismo, y por eso au-
menta progresivamente el uso del mismo, acicateado continua-
mente por el deseo insatisfecho, creando entonces una segunda
naturaleza que se convierte en implacable y exigente verdugo.
Comúnmente, fumáis sin os dar cuenta de todos los mo-
vimientos preliminares que os comandan automáticamente,
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