Fisiología del Alma 

vez, o sea, que se librase de él en una sola encarnación?

RaMaTÍS: – los venenos psíquicos que son transmitidos 

del periespiritu al cuerpo físico significan los residuos resultan-
tes de las “operaciones bajas” efectuadas por la mente espiritual 
en el pasado y  en el presente. Por tanto, varían la resistencia y la 
capacidad estoica de cada espíritu, para aguantar la operación 
tóxica mediante el cual drenaría dichos venenos en la carne.

Muchos espíritus, después de encarnados, olvidando la pro-

mesa valerosa hecha en el espacio, se desesperan ante la impo-
sibilidad de una curación corporal y prefieren huir de la vida 
terrena por la puerta truculenta del suicidio. aun aquellos que 
aceptan una expurgación tóxica muy extensa, pero que todavía 
se conservan encarnados hasta el fin del plazo combinado en el 
Más allá, algunas veces se dejan aniquilar por un pesimismo de-
solador y mortificante tal, que aumentan nueva dosis de fluidos 
mórbidos en su carga enfermiza primitiva traída del pasado. De 
ese modo, no sólo perjudican grandemente la oportunidad de su 
higienización psíquica por el excesivo compungimiento y fuerte 
melancolía, sino que se transforman en los conocidos tipos hipo-
condríacos faltos de creencia en las experiencias bienhechoras 
de la vida humana, cultivando amarguras aun en los momentos 
venturosos. el optimismo y la fe en los objetivos de la espiritua-
lidad ayudan a diafanizar el periespíritu y favorecen la mayor 
eclosión de luz interior, que fluirá en socorro del espíritu abatido.

los mentores siderales, previendo muchas veces el fracaso 

de los espíritus débiles en la tentativa de expurgar de una sola 
vez hacia la carne su carga tóxica, toman precauciones para que 
la curación psíquica se haga gradualmente en varias encarna-
ciones terapéuticas que les permitan soportar hasta el final de 
la existencia física. Pero aun con eso, existen ciertas almas que 
conservan estancados en su periespíritu los venenos remanentes 
de milenios pasados, por haber desperdiciado excelentes opor-
tunidades para drenarlos en el mundo material. Su situación 
dolorosa perdura por mucho tiempo, porque tales entidades, en 
vez de mantener el sensato equilibrio entre la emotividad y la 
mente, prefieren contaminarse nuevamente con las explosiones 
pecaminosas de la cólera, de los celos, de la envidia, de la co-
dicia, de la maledicencia, de la lujuria, del odio, de la avaricia 

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