Fisiología del Alma 

mansedumbre y la bondad hacen bien a la salud! Una vida pura 
y de servicio amoroso incesante al prójimo, no solamente alige-
ra la carga enferma del espíritu intoxicado, sino que volatiliza 
gran parte de su contenido deletéreo, reduciéndolo para la reen-
carnación siguiente; y si en la próxima encarnación el espíritu 
evita producir nuevas toxinas lesivas a su nuevo cuerpo físico, 
logrará eludir la prueba de la tuberculosis que todavía debería 
cumplirse durante los 20 años restantes. Desde el momento en 
que se debilite su tóxico psíquico bajo el entrenamiento sublime 
del evangelio, podrá expulsarlo de modo suave y menos ofen-
sivo a la carne, ya que no existe ningún castigo por parte del 
Creador, exigiendo deliberada y sádicamente los pagos bajo la 
ley draconiana del “ojo por ojo y diente por diente”.

Cuando el espíritu encarnado alcanza el plazo final de su 

purgación tóxica o se ha renovado por el evangelio de Cristo, 
basta muchas veces una sencilla prescripción medicamentosa 
de cualquier médico de poca experiencia, de un curandero o de 
un médium, para que ocurra su curación instantánea y desapa-
rezcan los últimos síntomas enfermizos de su organismo físico. 
entonces, el pueblo atribuye ese éxito incomún a los poderes 
sobrenaturales o a la intervención divina, sirviendo tales curas 
milagrosas e intempestivas para confundir a los escépticos y 
para activar la fe en los creyentes indecisos.

PREGUNTA: – Ante el hecho de verificarse el contagio de 

ciertas enfermedades ¿no se podría deducir que las enferme-
dades no dependen siempre del “descenso” de las toxinas y que 
sí son consecuencia de los factores adversos y naturales de la 
propia vida física?

RaMaTÍS: – el contagio patogénico sólo es posible cuando 

en los individuos contagiados existe el elemento fundamental 
“miasmático” que, entonces, sirve de base para los gérmenes 
contagiosos. la mayoría de la humanidad terrestre es portadora 
todavía de carga fluídica mórbida o de miasmas crónicos, que 
vienen siendo nutridos a través de los siglos y de los milenios, 
por la imprudencia de ella misma. ese miasma que se sostiene 
como una carga mórbida colectiva, sirve, por tanto, de hilo fa-
vorable para que la enfermedad epidémica se disemine y se pro-

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