Fisiología del Alma 

no cabe duda de que son loables vuestros sentimientos 

humanos cuando construís hospitales, sanatorios, clínicas, le-
prosarios, nosocomios y dispensarios en que se atienden las en-
fermedades venéreas, alcohólicas, sifilíticas o contagiosas, en los 
cuales abnegados científicos se dedican heroicamente a atenuar 
los padecimientos terribles del hombre. Pero, ¿cuál es el ver-
dadero origen de esos sufrimientos, sino la prostitución de los 
bienes sagrados del espíritu, con lo cual se verifica el desgaste 
del cuerpo humano en el sensualismo mórbido de la carne, en la 
glotonería de las mesas pantagruélicas o por los corrosivos mo-
dernos hábilmente disfrazados por las etiquetas aristocráticas?

Sin duda, es necesario también aumentar el número de las 

instituciones quirúrgicas, con el fin de socorrer a la mujer “ele-
gante” del siglo XX que, debido a la práctica absurda y tan 
común del aborto, ¡necesita extraer con seguridad sus precio-
sos órganos de la maternidad, para no perder su línea venusia-
na y no deformar el vientre! Consecuentemente, la morfina, el 
alcohol, la perversión sexual, el cigarro, el aborto, el juego, la 
glotonería, la intemperancia y la alimentación carnívora, suma-
do al veneno psíquico del desarreglo mental y emotivo que es 
producido por la ambición, la crueldad, la codicia, la avaricia, 
el odio, la rabia, la venganza o la lujuria, exige, mayor cantidad 
de hospitales, clínicas, penitenciarías, asilos y manicomios, con 
el fin de poder alojar al contingente progresivo de criaturas que 
son victimadas por el dolor y por el sufrimiento.

Pese al sentimiento de piedad de la clase médica del mun-

do y a su preciosa colaboración clínica y quirúrgica modernas, 
no se consigue evitar la proliferación incesante de las molestias 
humanas, con sus consecuencias kármicas dolorosas. Muchos 
científicos y médicos de gran criterio se sienten casi desanima-
dos en sus tareas heroicas, ante la imposibilidad de contornar el 
vasto problema del dolor humano, ya que malamente consiguen 
reducir una determinada enfermedad, cuando otra la sustituye, 
tenaz e implacable, desafiando nuevas investigaciones y expe-
rimentaciones agotadoras. Muchos, ya no consiguen ocultar su 
pesimismo y su cansancio en el combate a las molestias huma-
nas, pues mientras la ciencia médica progresa aritméticamente, 
¡la dolencia insidiosa lo hace geométricamente!

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