Ramatís
del animal, aunque los reconozcáis como depósito de venenosos
detritos repugnantes: raspados y sometidos al agua hirviente,
los transformáis en manjar exquisito para la mesa festiva. ¡la
cazuela terrestre admite desde el meollo del animal, hasta los
surcos carcomidos de sus cansadas patas!
¡Y, no satisfechas con la mórbida nutrición de la semana,
algunas personas escogen el más bello domingo de cielo azul y
sol puro, para practicar la caza destructora de aves inofensivas,
completando cruelmente la carnicería de la semana! Multitud de
aves, de plumas ensangrentadas, vienen a los hogares, en donde
son transformadas en nuevos menús epicurísticos, con el fin que
el cazador de aves obtenga algunos momentos lúbricos mientras
tritura la carne tierna de los pájaros inofensivos. ¡Cuántas veces
la propia Naturaleza se venga de la ignominia humana contra
sus piezas vivas! ¡Súbitamente, el cazador cae agonizante junto
al cañón asesino de su propia arma, en el accidente imprevisto
ocon el disparo imprudente del compañero descuidado! ¡Otras
veces, la serpiente, la bacteria infecciosa o el insecto venenoso
terminan tomando venganza contra la matanza sin gloria!
¡Qué importa, pues, que algunos sean opuestos a la inges-
tión de la carne de buey o de puerco, si continúan deleitándose
con otros alimentos carnívoros igualmente incoherentes con el
sentimiento espiritual que ya debía predominar en el hombre!
PREGUNTA: – ¿Qué opináis de los nuevos recursos pre-
ventivos empleados en los mataderos, aplicando antibióticos
para evitar la deterioración prematura de la carne? Esa provi-
dencia, ¿no consigue evitar cualquier peligro en su ingestión?
RAMATÍS: – Se trata, apenas, de un esmero enfermizo de
vuestro mundo, que revela el deplorable estado de espíritu en
que se encuentra la criatura humana. el hombre no se conforma
con los efectos dañinos que provienen de su pervertida alimenta-
ción y procura a todo costo huir a su tremenda responsabilidad
espiritual. Pero no conseguirá burlar la ley expiatoria. a poco,
nuevas condiciones enfermizas se harán visibles entre los insa-
ciables carnívoros protegidos por la “profilaxis” de los antibióti-
cos. además del efecto deletéreo de la carne, que se intoxica cada
vez más con la propia emanación astral y mental del hombre
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