Ramatís

es por eso que tales religiosos consideran siempre el dolor 

como castigo por lo que llaman “pecado original”, desconociendo 
que con su técnica purificadera, se afinan las aristas groseras de 
la formación animal y despierta más pronto el potencial de luz 
angélica que se encuentra bajo la envoltura de la materia. no 
siéndoles posible explicar el dolor en forma más sensata y acep-
table por la razón humana, y para no desmentir la propalada jus-
ticia y sabiduría del Creador, los sacerdotes y mentores religiosos 
dogmáticos tomaron al pie de la letra el simbolismo bíblico de 
la aparición de adán y crearon la leyenda del pecado original, 
atribuyéndolo severamente a la responsabilidad de la primera 
pareja humana. de ese modo, creyeron poder justificar el motivo 
de la existencia del dolor y de su cortejo de sufrimientos, como 
fardo de la imprudencia humana desde hace millones de siglos!

Y así, ante el pecado de adán y eva — la primera pareja 

bíblica — dios quedó exento del equívoco de haber creado el 
dolor, inexplicable ante su Bondad infinita. ¡Y el hombre se res-
ponsabilizó por el estigma del sufrimiento, como secuencia justa 
del pecado de su padre adán! Pero el advenimiento del espi-
ritismo, cuya doctrina lógica y sensata es accesible a todos los 
cerebros de buena voluntad, terminó popularizando la realidad 
espiritual oculta bajo el misterioso “Velo de isis”, contribuyendo 
así a modificar poco a poco el concepto erróneo y milenario so-
bre el verdadero origen del dolor humano, exponiéndolo como 
un correctivo bienhechor resultante de la resistencia que el ser 
ofrece durante el proceso de su perfección angélica.

¡Ya sois bastante lúcidos como para librarlos de la ignomi-

niosa idea de que el sufrimiento es un castigo de dios! el Crea-
dor infinitamente sabio, bueno y justo, no podía haber creado 
valles de lágrimas, penitenciarías del espacio u hospitales de 
pruebas planetarias, con el propósito de desagraviarse de sus 
hijos rebeldes, tal como aun lo creen los católicos, protestan-
tes, adventistas, salvacionistas y hasta algunos espiritas todavía 
ignorantes de la sublime realidad cósmica. la Tierra, verdade-
ramente, es una bendita escuela de educación espiritual en la 
que los espíritus inmaduros se reajustan de sus propios errores 
cometidos en las encarnaciones pasadas, para consolidar sus 
conciencias en eterno perfeccionamiento.

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