Ramatís
gría al hogar espirita. la ley admirable del amor busca romper
las fronteras aislacionistas y une los corazones distanciados por
la vanidad, el orgullo, la presunción, la obstinación o el amor
propio, sirviéndose de los métodos adversos para el logro de la
curación de los intransigentes: aquí, el espirita de “mesa” sólo
obtiene la curación después que el “caballo” del “terreiro” des-
cubrió la hetichería en la almohada o en el dintel de la puerta;
allí, el “terreirista” es el que, después de ridiculizar la debilidad
de las sesiones de “mesa”, termina siendo curado por los pases o
las irradiaciones al estilo kardeciano; allá, el iniciado rosa-cruz,
el teósofo o el esoterista, que critica las sesiones espiritistas
juzgándolas mórbidas de fetichismo mental, intercambio con
“larvas” o ‘cascarones” astrales, se ve obligado a curvarse ante
la curación de la terrible obsesión de su ente querido, gracias a
la intervención de los médiums espiritas tan censurados por su
genio de labor extraterrena.
no importa si sois esoteristas, espiritistas, teosofistas, cató-
licos, protestantes, yogues, rosa-cruces o libres pensadores, pues
en el momento neurálgico de vuestra renovación espiritual, la
técnica sideral ignora las etiquetas religiosas para preocuparse
solamente por las necesidades de los corazones embrutecidos
por el orgullo, la vanidad y el fanatismo enfermizo, generados
bajo la égida de cualquier credo, doctrina o religión.
es por eso que, a medida que ciertos enfermos van em-
peorando ante la necesidad de ablandarse en su sentimiento
religioso exclusivista, alrededor de sus lechos de sufrimiento fí-
sico o psíquico transitan médicos, curanderos o individuos que
producen milagros, sin conseguir el éxito deseado. después, con
el tiempo, aceptan tanto el exorcismo del vicario local, la ben-
dición de la negra vieja, la simpatía de la comadre amiga o las
oraciones del pastor circunspecto, como los pases del “médium”
kardeciano o el trabajo del viejo negro marcando el “despacho”
en la encrucijada.
no obstante, el principal objetivo de todo eso consiste úni-
camente en la renovación del espíritu enfermo, víctima del fana-
tismo o de la crítica antifraterna, para lo cual su guía considera
de gran valor la enfermedad rectificadora. Cuando lo apruebe su
mentor espiritual y deje el lecho, el ex “gigante” o enemigo for-
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