Fisiología del Alma 

dica el cuerpo por la violencia de las pasiones y de los hábitos 
indisciplinados, ha de corregirse de su excitación nociva por 
medio de la prisión obligatoria en un cuerpo letárgico, retarda-
do o propicio a la imbecilidad. los desatinos y las pasiones del 
pretérito pueden haber llevado al periespíritu a tal excitación 
violenta, que lo obligue a arrastrar pesadas vestimentas de car-
ne por las estradas de la vida física, a fin de poder reajustarse 
en su dinámica natural.

PREGUNTA: – Si es como decís, cesa entonces por com-

pleto el “libre albedrío”, para prevalecer el karma como un 
destino implacable; ¿no es así?

RAMATÍS: – El destino — ya lo hemos señalado con an-

terioridad — es resultante de las acciones y de las fuerzas que 
la criatura moviliza continuamente bajo su propia voluntad, y 
a través de ésta, el hombre puede producir situaciones futuras, 
tanto para mejorar como para empeorar. la voluntad esclareci-
da dirige la mente para la consecución de un destino superior, 
pues es ella la que realmente delibera sobre la movilización y el 
rumbo de las causas que posteriormente se transforman en los 
efectos correspondientes.

Justamente, debido a su espíritu libre, es que el hombre 

usa y abusa de las energías componentes de su periespíritu, las 
cuales, por ser fuerzas latentes evolucionadas de la animalidad 
inferior durante los milenios pasados, cuando son acicateadas, 
pueden lanzarlo a los más incontrolables desatinos! Entonces, 
la ley de causas y efectos debe intervenir en el justo tiempo para 
recuperar el espíritu conturbado y ajustado nuevamente a la 
marcha ascensional de su verdadera vida, al mismo tiempo que 
la ley del karma ajusta el espíritu, conduciéndolo a la situación 
que merece ante el balance de sus culpas y de sus buenas obras.

Usar bien del libre albedrío, no es practicar el mal a volun-

tad y enredarse en las ilusiones e intereses del mundo físico, y 
sí valerse exactamente de ese don para libertarse de los ciclos 
reencarnatórios de la vida material, con lo que el hombre se in-
muniza cada vez más, del karma del propio planeta que habita.

Francisco de asís, Buda, Jesús y otros espíritus excelsos 

que desistieron de competir con los valores ilusorios del mundo 

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