Ramatís

yas energías primarias están en continua ebullición. la natu-
raleza no terminó todavía todas sus experiencias, ni consolidó 
todas las formas biológicas, aun en cuanto a la propia figura 
humana, que todavía debe alcanzar aspectos mucho más per-
feccionados en el futuro. Hay que agregar que, a medida que el 
inmenso y genial laboratorio terrestre consolida sus formas en 
las especies cada vez más delicadas y agradables, disminuyen 
también las sorpresas y las formaciones teratológicas, tal como 
están ya desapareciendo los últimos remanentes prehistóricos.

PREGUNTA: – Aunque sean raros los casos de niños que 

nacen con dos cabezas, hemos notado que jamás sobreviven. 
Nos agradaría saber, por tanto, cuál es el propósito de la ley 
kármica al permitir un nacimiento teratológico, pués que no 
sobrevive, y, además de eso, se pierde todo el trabajo gestativo, 
puesto que el espíritu encarnante apenas consigue divisar la 
luz del mundo físico. ¿En qué lo puede beneficiar una vida 
física deformada y tan fugaz?

RaMaTÍS: – Bajo tal criterio, también podríais indagar el 

por qué del nacimiento de muchas criaturas perfectas y sanas 
que, no obstante, fallecen algunos días después. ¿no representa 
esto una gran pérdida de tiempo por parte de los padres y un 
inútil sacrificio materno durante la fase incómoda y aflictiva 
de la gestación y del parto, para quedar todo reducido a una 
terrible desilusión?

El espíritu que renace en un cuerpo físico con dos cabezas, 

apenas sufre el efecto de la ley kármica que él mismo burló en el 
pretérito, y que coge de conformidad con su propia siembra. la 
divinidad no echa mano de intervenciones extemporáneas para 
producir pruebas tan cruciantes. el fenómeno es apenas el re-
sultado de alguna violencia mental en el campo de las fuerzas de 
la vida eterna, contra el sentido noble y progresista de la misma 
vida. la ley kármica sólo actúa a través de la acción del propio 
agente que la perturba. Cuando por su incúria mental provoca 
el espíritu una configuración adversa a su propia contextura 
periespiritual, sólo le resta una solución bienhechora, que es 
la de plasmar en la carne el fenómeno insólito, hasta que cese 
su última vibración atrabiliaria en la letargía material. Cuando 

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