Fisiología del Alma 

Habiéndose dejado dominar completamente por el estigma del 
delito cometido en el pretérito e imaginándose incesantemente 
perseguido por su víctima, concluye por forjar otra figura ad-
herida a la región mental, la cual, después, irá a perturbar las 
lineas de fuerzas constitutivas de la formación del feto durante 
el período de la gravidez. La fuerte modelación de la imagen 
virtual, actuando en la aglutinación molecular del cuerpo físico 
en gestación, puede dar margen al nacimiento de la criatura con 
dos cabezas; una, realmente sede cerebral del encarnante, y otra, 
el producto plástico de las líneas de fuerzas del pensamiento 
conturbado por la continua evocación de la figura de la víctima.

Justamente debido a las leyes que regulan la plasticidad 

del periespíritu, es por lo que los suicidas del pasado renacen 
con los estigmas consecuentes a los tipos de muerte por medio 
de los cuales se trucidaran, y que se acentúan después, dando 
margen a sus deformidades y desdichas, ahí en el mundo físico. 
Generalmente, aquél que se ahorca plasma, en la reencarnación 
siguiente, la figura del jorobado; el que ingirió un ácido corro-
sivo, lesiona también la contraparte etérica de su periespíritu, y 
plasma en la carne, ulceraciones en la laringe, en el esófago o en 
el estómago; el que se apuñaló, malamente consigue vivir en el 
futuro, por el hecho de renacer con grave lesión en su corazón; 
el que se destruye alojándose una bala en el cráneo, regresa 
sordomudo; y el que se hace destrozar bajo las ruedas de un 
vehículo o al dejarse caer de las alturas, transitará por el mundo 
arrastrando un cuerpo maltrecho.

en todo esto, es la mente del espíritu que funciona vigoro-

sa y violentamente sobre la delicadeza del periespíritu, hacién-
dolo revivir continuamente los últimos momentos terribles del 
suicidio destructor, y activando sus lesiones, que luego serán 
materializadas en el cuerpo carnal, en la operación kármica del 
ajuste espiritual. en el caso, pues, de la criatura que nace con un 
sólo cuerpo y con dos cabezas, sin duplicidad en otros órganos 
vitales que puedan identificar la fisiología distinta de dos seres, 
tenemos la poderosa plasmación de la mente del espíritu tur-
bado por el miedo o por el remordimiento, que, al reencarnar, 
modela junto a sí aquella otra figura de la cual se imagina estar 
constantemente perseguido.

257