Ramatís

su bondad santificó hasta el local en que vivía, y Cervantes, un 
desheredado, ofreció al mundo la sátira genial del don Quijote.

Innumerables criaturas, sin brazos, sin piernas, paralíticas, 

ciegas, deformadas o epilépticas, realizan tareas tan gigantes-
cas, que sirven de directrices morales y de mensajes definitivos, 
comprobando la victoria del espíritu sobre la materia. Helena 
Keller, sorda, muda y ciega, todavía encarnada en vuestro mun-
do, es un testimonio elocuente de que el espíritu, aun cuando se 
halle soterrado en la más sombría de las mazmorras de carne 
y privado de sus principales sentidos de relación con el mundo 
exterior, consigue comprobar su inmortalidad, su gloria y su 
poder creador. en verdad, esas criaturas, aunque cumplan los 
efectos kármicos dolorosos generados en el pasado, movilizan 
poderosos recursos existentes en lo íntimo de todo su espíritu y, 
en lugar de entregarse a la desesperación, hacen de sus enferme-
dades admirables poemas de heroísmo y superación espiritual. 
Sus vidas sirven, entonces, como una enérgica protesta contra 
aquellos que, aunque sanos de cuerpo, ¡viven sumergidos en 
el más triste pesimismo destructor, rebelándose irasciblemente 
contra los principios superiores del espíritu inmortal!

PREGUNTA: – Os rogamos que nos deis algún ejemplo que 

nos aclare lo que es la liberación anticipada del espíritu, des-
ligándose del karma de la Tierra. ¿Podéis hacerlo?

RaMaTÍS: – en el estado en que se encuentra actualmente 

vuestro orbe, tenéis que sufrir los efectos de sus condiciones 
de vida planetaria, como función de un planeta de primer gra-
do. en consecuencia, no podéis vivir en él un patrón de vida 
completamente venturoso, porque todavía es un mundo que va 
camino de su perfeccionamiento, siendo bastante contradictorio 
en su clima y en su estabilidad. ahí, sufrís el frío excesivo o el 
calor extremo; os enfrentáis con todos los tipos de intemperies, 
inestabilidades climatéricas y desequilibrios geológicos. los re-
cursos de la ciencia y de la inteligencia terrestres, ya bastantes 
desarrollados, sólo pueden protegerlos hasta cierto punto. ¡Has-
ta la posesión de la fortuna es incapaz de impedir que el medio 
aun primitivo del orbe cause enfermedades hasta en los más 
privilegiados!

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