Ramatís

para otros orbes, en los que halla condiciones más favorables 
para apresurar la formación de su conciencia.

PREGUNTA: – Nos agradaría que prolongaseis un poco 

más vuestras consideraciones acerca de ese determinismo del 
karma sobre los “espíritus-grupos” que coordinan y dirigen las 
especies animales como una sola conciencia colectiva. ¿Podéis 
atendernos?

RaMaTÍS: – lo que rige las especies inferiores y coordina 

los movimientos evolutivos, es el propio determinismo evolutivo 
que orienta todo el conjunto o especie animal del cual es res-
ponsable, a fin de conducirlo a actuar en forma más acertada y 
provechosa. Pero con el transcurso del tiempo y la intervención 
del hombre, no tardan en procesarse las fragmentaciones psí-
quicas que luego hacen distinguir las reacciones de los ejem-
plares entre sí, y los destacan individualmente en el seno del 
psiquismo instintivo y uniforme del “espíritu-grupo” dirigente. 
Independientemente del control general de la especie o raza, la 
ley se desdobla orientando cada ejemplar para que consiga su 
emancipación individual.

He ahí por qué decimos que la misma ley sabia que rige el 

mecanismo del Universo se amolda y se ramifica gradualmente 
para regular el movimiento de los electrones en el seno de los 
átomos. los astrónomos conocen la infalibilidad de ciertas leyes 
que disciplinan el curso de los astros; los químicos saben cuáles 
son los factores reactivos, exactos e indiscutibles, que orientan la 
afinidad de sus acostumbradas combinaciones; los matemáticos 
reconocen la precisión de los cálculos que geometrizan el Uni-
verso, ¡mientras que la Humanidad comienza ya a comprender 
que el hombre es también el plan matemático del futuro ángel!

¡existe una ley indesviable, una ley kármica reguladora de 

la causa y el efecto, que tanto transforma la bellota en el roble y 
el gusano en libélula, como el criminal en ungido del Padre! en 
verdad, una Voluntad directora se extiende por todo y sobre todos 
como un imperativo de seguridad y de armonía cósmica, tenien-
do por único fin la belleza y la perfección. El karma, como un 
ritmo sumiso a esa voluntad superior, es la propia pulsación del 
Creador actuando en los ciclos disciplinadores, desde las órbitas 

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