Ramatís
las vísceras y de las glándulas animales enlatadas; requinta el
arte de los “menús” de la necrofagia pintoresca y promueve con-
decoraciones para los maestros del arte culinario animal.
Los frigoríficos modernos que exaltan vuestra “civilización”,
construidos bajo los últimos adelantos científicos y electrónicos
concebidos por la inteligencia humana, multiplican los aparatos
más eficientes y precisos, para propiciar la matanza hábilmente
organizada. Notables especialistas y afamados expertos de la
nutrición estudian el modo de producir en masa el mejor “ja-
món” o la más “deliciosa” salchicha a base de sangre coagulada.
los capataces, endurecidos en la faena,
dan el toque amis-
toso y hacen el convite traicionero para que el animal ingrese en
la fila de la muerte; matarifes eximios y eruditos en el servicio
fúnebre, conservan su fama por la rapidez con que degüellan
al animal aun caliente, en las convulsiones de la agonía; veteri-
narios competentes examinan minuciosamente la constitución
orgánica de la víctima y colocan el consabido “sano”, para que
el “ilustre civilizado”
no sufra las consecuencias patogénicas del
asado o del cocido de las vísceras animales.
Turistas, aprendices y estudiantes, cuando visitan los co-
losos modernos edificados para la industria de la muerte en
donde los nuevos “sansones” masacran en masa al servidor ami-
go, quedan pasmados ante los extraordinarios recursos de la
ciencia moderna: aquí, los armazones que, bajo genial opera-
ción mecánica, se yerguen manchados de rojo, lanzan siniestras
porciones de vísceras y fragmentos palpitantes; allí, cuchillos
perfeccionados movidos por eficaz aparato electrónico, matan
con implacable exactitud matemática; más allá, calderas hir-
vientes, prensas, desolladoras, batidoras y trituradoras ejecutan
la lúgubre sinfonía capaz de horrorizar a los viejos caciques,
¡que sólo devoraban para matar el hambre! en artísticos cana-
les y surcos, construidos con azulejos de exigencia fiscal, ¡corre
continuamente la sangre roja y generosa del animal sacrificado
para la glotonería humana!
Pero el éxito de la producción frigorífica se comprueba me-
jor bajo geniales disposiciones: elevadores espaciosos se levantan
implacables, sobrecargados de cerdos, para depositarlos suave-
mente sobre el comienzo de los abultados caños de aluminio,
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